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El alumbrado público de la Ciudad de Buenos Aires

El Ing. Oscar Fariña presenta una nueva edición de Crónicas sobre el tránsito.
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EDITORIAL

El Alumbrado de la Ciudad ha tenido siempre un papel trascendente en la seguridad en la vía pública y en el bienestar de los habitantes de las zonas urbanas, y diría que de muchas formas está hermanado con el control del tránsito de vehículos y en el desplazamiento de las personas.

De épocas remotas, la necesidad de alumbrar las calles de los pueblos, fue acompañando la evolución de las distintas formas que se empleaban para mantener encendidas los candeleros durante todas las horas de la noche. Desde los primitivos sistemas de utilizar aceites de diferente origen y quemar gases de combustible, hasta el avance tecnológico que significó la energía eléctrica y la aparición de la lámpara incandescente, pasaron muchos años. Sin embargo, la tecnología siguió evolucionando con los nuevos sistemas de encendido automático de las luces y el desarrollo de las lámparas de descarga gaseosa para llegar a la actualidad con el uso de los sistemas de iluminación Led’s (Ver Figura N°1).

Evolución del alumbrado público:
-Cronología en el Buenos Aires antiguo (según diversas fuentes consultadas):
Durante la Revolución de Mayo, la única forma de iluminación eran las velas de sebo, muy similares a las actuales. En los interiores se colocaban en candelabros. Afuera de las casas, se usaban faroles para proteger la llama del vie

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nto y la lluvia. Para andar por las angostas calles era imprescindible ir acompañado de un negrito farolero -así le decían-, que marchaba adelante para advertir acerca de pozos complicados y rejas peligrosas.
Fue en 1777, cuando el Virrey Juan José de Vértiz y Salcedo (contradictorio personaje en distintas partes de Sudamérica, conocido también como el Virrey de las Luces) otorgó la concesión a Juan Antonio Ferrer, quien se constituyó en el primer empresario de la iluminación. De todas maneras, era un sistema muy precario ya que los faroles se ennegrecían de inmediato, atenuando la iluminación que ofrecía la llama. En 1823, Santiago Bevans (abuelo de Carlos Pellegrini) fue el primero en promover las lámparas de gas y el 25 de mayo de ese año, para los festejos del día patrio, la actual Plaza de Mayo se iluminó como jamás se había visto gracias a los 350 faroles utilizados. Más adelante, iban a usarse con estos fines kerosene y alcohol.
Por medio de todos estos sistemas, el dentista Juan Etchepareborda se entusiasmó con un sistema que se usaba en París: la iluminación eléctrica. El próximo intento, pero con esta tecnología, siempre con la supervisión del nombrado, fue nuevamente un 25 de mayo, pero ahora de 1854 que tanto la Plaza de Mayo y la casa de Felipe Senillosa, quien vivía al lado de la Iglesia de San Domingo (Belgrano y Defensa) brillaron con los nuevos dispositivos.
La desconfianza de los porteños hacia la energía eléctrica, definió el duelo hacia la iluminación a gas por lo que se instalaron gasómetros en los barrios para abastecer de este servicio público a los vecinos. Las dudas que tenían las autoridades de la Capital Federal hicieron que en 1883, La Plata se le adelantara en la materia y estando ésta dispuesta a ser una ciudad moderna, se convirtiera en la primera de América Latina en contar con iluminación eléctrica.
-Evolución en el mundo hacia la lámpara incandescente
El hecho que las ciudades comenzaran a disponer de energía eléctrica con generación local y la distribución mediante redes apropiadas llegar a las viviendas de sus habitantes, hizo posible usar este fluido precisamente para activar las nuevas fuentes de iluminación que en principio eran una especie de farolas que empleaban lámparas de arco eléctrico con electrodos de carbón y corriente alterna, que garantizaba que éstas ardieran de forma regular.
La luz de arco eléctrico tenía dos grandes inconvenientes. La primera que era muy intensa y con gran desprendimiento de calor, y además requería mucho mantenimiento debido al rápido desgaste de los electrodos de carbón. A finales del Siglo XIX, con el desarrollo de lámparas incandescentes baratas, brillantes y fiables, las de luz de arco quedaron en desuso para el alumbrado público, permaneciendo para usos industriales.
La lámpara eléctrica es un dispositivo de por si por todos conocida, que produce luz a partir del calentamiento por efecto Joule de un filamento metálico de tungsteno (wolframio). Su creación no se debió a Thomas Alva Edison, ya que había habido con anterioridad patentes de este invento, pero fue él quien creó la única que funcionaba. Este filamento, como es conocido, es encerrado en una ampolla de vidrio en la que se ha hecho el vacío o se ha rellenado con un gas inerte a los efectos que el mismo no se volatilice por las altas temperaturas que alcanza. El tamaño de la ampolla es proporcional a la potencia en juego y con ello la disipación del calor está en relación de la superficie de la misma. Véase que la tecnología es poco eficiente en este caso ya que el 85 % de la energía se transforma en calor y sólo el 15 % en lumínica. No obstante, su invento es considerado como uno de los más trascendentes del siglo.
-Jorge Alejandro Newbery (Buenos Aires, 27 de mayo de 1875- Mendoza, 1 de marzo de 1914):
Hablar de este personaje, un verdadero héroe popular, nos llevaría prácticamente toda la edición de esta Revista, pero han sido tantos sus aportes a la República que no se puede dejar de mencionar que se ha destacado en variadas actividades: ingeniero, deportista, aviador, funcionario público, hombre de ciencia, artífice y fundador de la aeronáutica militar argentina, etc. A lo largo de muchos años,  en la entonces Municipalidad de Buenos Aires, observé que existía en el ambiente electromecánico,

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una admiración reverencial hacia este ingeniero y un cuadro con su retrato siempre estaba presente en la oficina de la Administración del Alumbrado Público (Ver Figura N°2).
Newbery, a los 16 años, viaja a los Estados Unidos y estudia Ingeniería Eléctrica en la Universidad de Cornell (Nueva York), continuando posteriormente en el Instituto de Tecnología de Drexel (Filadelfia), donde fue alumno precisamente de Edison. En 1895 regresa a la Argentina con 20 años de edad y el título de Ingeniero Eléctrico.
Específicamente, dentro del marco de las numerosas actividades y acciones que ha jalonado la historia personal de este precursor de la modernidad y la defensa de los intereses nacionales, se destaca su paso por la administración pública y en el ámbito de la ciudad. Se preocupó por la introducción de las lámparas de filamento de tungsteno que reemplazaron a las de carbón. Ocupó el cargo de Director del Servicio de Alumbrado de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires hasta el día de su muerte.
Tiempos modernos en el alumbrado:
-Encendido automático de las luces:
No puedo dejar pasar por alto este tema, ya que es muy caro a mis recuerdos. En mi niñez, existía una organización especial para encender antes de anochecer y apagar al alba las lámparas incandescentes de alumbrado, lo que se llevaba a cabo mediante lo que se denominaban encendedores, personas que dos veces por día recorrían las calles accionando llaves eléctricas de tableros seccionales montados en las columnas. Era habitual ver la hora del día y preguntar “¿pasó el hombre de la luz?”. En ese entonces, los encargados de mantenimiento empujaban una escalera montada en una especie de carretilla con dos ruedas grandes pintadas de gris, que la utilizaban para subir a cambiar la lámpara quemada. Digo lo del color, porque ese gris ceniza, era con el que se pintaban todos los elementos de la Municipalidad, tal el caso del carro que retiraba los residuos. Es curioso que, después de 70 años, se haya regresado a usar este color tan triste.
Basado en el efecto fotoeléctrico descubierto por Einstein en el año 1905, mucho tiempo después, en la década de los años setenta, llegaron las fotocélulas que permitieron la automatización del encendido de las luminarias y consecuentemente con ello se terminó con el trabajo de los encendedores.
-Distintos tipos de lámparas:
Entre los años ´60 y ´70, se observa un progresivo cambio de la tecnología de la iluminación de la vía pública, con la aparición de nuevas lámparas, basadas en general en la descarga de gases de diferentes elementos. Si bien las provistas en el mercado son de variadas técnicas para los distintos usos y emplazamientos, se ha observado una mejora progresiva en las características operativas y principalmente en el rendimiento energético medido en la relación lumen por watt, es decir energía luminosa entregada por energía eléctrica en unidades de tiempo. De todo ello, se analizan algunas de las más utilizadas en la vía pública.
Lámpara de vapor de mercurio: Nos referimos a las lámparas de vapor de mercurio de alta presión que consisten en un tubo de descarga de cuarzo relleno de vapor de este elemento. La luz que emite es color azul verdoso y no contiene radiaciones rojas. Para resolver este problema se acostumbra añadir sustancias fluorescentes que emitan en esta zona del espectro y así mejorar las características cromáticas de la lámpara.
Éstas sufren una degradación de los componen

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tes internos y pierden intensidad luminosa en forma considerable. No obstante, tienen una vida útil muy larga, ya que según se ha comprobado, rinden hasta unas 25. 000 horas de vida.
Distintas lámparas se han usado en la Ciudad, conforme informan los especialistas en el tema, tal el caso de las descargas de vapor de mercurio fluorescente con potencias según los usos: 125 watt (plazas), 250 watt (calles) y 400 watt (avenidas).
También se usan las lámparas de vapor de mercurio halogenado que tienen una reproducción del color de alta calidad (Ver Figura N° 3).
Lámpara de vapor de sodio: La lámpara de vapor de sodio también es de descarga en un gas de ese elemento, siendo una de las fuentes de luz más eficientes en el rendimiento lumínico y produce luz en un color amarillo brillante.
Existen dos tipos de lámparas:
1-Vapor de sodio baja presión (SBP): Es la más eficiente, ya que genera unos 140 lumen/watt. No obstante, la reproducción cromática es muy pobre.
2-Vapor de sodio alta presión (SAP): Es la más utilizada en el alumbrado público, porque proporciona una mejor reproducción de los colores, pero su rendimiento es algo menor: 100 lumen/watt.
En la fotografía se muestra la parte interior de un artefacto de los denominados colgantes con una lámpara de sodio alta presión (Ver Figura N° 4).

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Sistema de iluminación a Led
A partir del efecto de electroluminiscencia de los semiconductores o mejor con los diodos emisores de luz habitualmente denominado con el acrónimo en inglés LED (Light Emitting Diode), se ha alcanzado a diseñar sistemas, en base a estos modernos elementos, cuya utilización se ha generalizado y se emplean también en el alumbrado público. Esta tecnología presenta dos ventajas importantes, una de ellas es el ahorro de energía eléctrica por el mejor rendimiento de las luminarias; y la otra, es la larga vida útil lo que implica una reducción de los costos operativos y de mantenimiento.
Las luminarias están diseñadas en base a una distribución geométrica de los puntos

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de luz en una matriz, conforme se puede observar en las fotografías adjuntas. Respecto a esto, la Ciudad de Buenos Aires ha llevado a cabo un importante plan de recambio total de las luminarias por artefactos de moderna tecnología, a partir de utilizar la infraestructura existente de las instalaciones, tanto de columnas, alimentación eléctrica, seguridades eléctricas, etc.

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En un principio, se adquirieron en el exterior unos 90.000 artefactos a la empresa Philips para iluminación de las arterias y se desarrolló un proveedor local Strand S.A. para la fabricación de luminarias a Led para las veredas o plazas (Ver Figuras N° 5).
Otro aspecto importante de este emprendimiento, ha sido la instalación de un moderno Sistema de Control Inteligente para la operación y supervisión de las luminarias, que permiten el encendido y apagado sin el uso de las tradicionales fotocélulas y la vigilancia permanente del estado operativo de los denominados piquetes (luminaria y todos los elementos conexos).
Para ello, cada artefacto tiene una antena que permite un enlace con los otros próximos mediante radio frecuencia a 50 MHz y así sucesivamente hasta llegar a alcanzar el centro de cada una de las, aproximadamente, 70 regiones en que se ha dividido la Ciudad, existiendo unos 83 controladores que se comunican con el Centro Operativo mediante enlaces 4G. Cada controlador tiene capacidad de operar hasta 1000 luminarias. Sobre todo esto nos ha ilustrado el entrevistado en este artículo, en la visita que Revista Vial efectuó al citado Centro.

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Entrevista al director general de Alumbrado de la Subsecretaría de Mantenimiento del Espacio Público del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Sr. Ramiro Reyno Grondona.
-¿Cuándo ingresó a trabajar para el Gobierno de la Ciudad?
Ramiro Reyno Grondona: Vengo de la actividad privada, donde he trabajado 13 años en la Consultora Deloitte y luego, en el año 2013, ingresé en el Gobierno como gerente en el Proyecto Recambio Lumínico mediante el cual se cambiaron las luminarias existentes por otras de nuevas tecnologías a Led’s. Desde hace dos años soy director general de Alumbrado.
-¿Cuántas luminarias dispone la Ciudad en la actualidad?, ¿Ya se reemplazaron todas por la nueva tecnología?
R.R.G.: El total del parque es de 125.000 luminarias y ya se han reemplazado algo más de 100.000 y se continúa trabajando. Para el año 2019, se ha planificado el total de la Ciudad incrementando la infraestructura a 140.000 luminarias.
-¿Cómo funciona el Control Inteligente implementado?
R.R.G.: El Sistema permite la operación centralizada de la totalidad de las luminarias instaladas en la vía pública tanto en la supervisión de su funcionamiento como en el accionamiento automático a distancia. Asimismo, mediante tele-gestión se opera automáticamente la iluminación de monumentos y frentes de edificios emblemáticos tales los casos de la Usina del Arte, el Obelisco, el Puente de la Mujer en Puerto Madero, etc.
-¿Qué ventajas que tiene esta tecnología, además del ahorro energético?
R.R.G.: En el caso de las avenidas, las lámparas de sodio son de 400 watt más 40 de los accesorios y son reemplazadas por otra equivalente de 200 watt. En los casos de las calles, se reemplazan las de 250 más 36 watt por una a Led de 100 watt. Eso ha implicado en la práctica, conforme lo facturado con las dos compañías eléctricas, un ahorro desde el 2013 a la fecha de aproximadamente unos 180 Watt, a lo que hay que agregarle la reducción consecuente en la generación de los gases de invernadero tipo CO².
-¿Cuál es el plazo de recupero de la inversión efectuada?
R.R.G.: Esto ha ido cambiando con el tiempo, ya que el precio de la energía eléctrica estaba subsidiado. Con la progresiva actualización de su valor, se calcula que el plazo de recupero es entre seis a siete años. Debe tenerse en cuenta, además, las ventajas luminotécnicas del sistema y la reducción de los costos de mantenimiento.
-Con el nuevo sistema, ¿Disminuyeron las intervenciones de mantenimiento?
R.R.G.: El número de intervenciones al mes ha disminuido a unas 700 sobre un total de 105.000 luminarias; lo que implica un porcentaje bastante inferior a 1%. También incide en esta mejora, el hecho que tanto el encendido como el apagado se hace según las épocas del año por una agenda actuada con un reloj astronómico, prescindiéndose de las emblemáticas fotocélulas. En los casos de oscurecimiento temporario por tormentas, los controladores actúan automáticamente, mediante un censor de luz.