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El tránsito y la cultura política

Por el Ing. Alfredo Severi, presidente de la Cámara Argentina de Consultoras de Ingeniería (CADECI).
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EDITORIAL

*Por el Ing. Alfredo Severi, presidente de la Cámara Argentina de Consultoras de Ingeniería – CADECI.

Esta no es una reflexión sobre la seguridad vial. Los especialistas en el tema, a quienes hemos escuchado atentamente en las jornadas correspondientes, en publicaciones especializadas y en la lectura de las normas de diseño de carreteras seguras, nos brindan información pormenorizada sobre las estadísticas de accidentes, las normas de diseño y de todos los detalles y normativas a implementar para garantizar la seguridad en el tránsito.
Estos estudios y estadísticas hoy nos arrojan la friolera de miles de muertos, heridos graves, discapacitados permanentes, daños materiales incalculables y todos los horrores que se desprenden de este flagelo, que especialmente destaca a la Argentina entre el conglomerado de países especiales, que con muchas cualidades y condiciones podrían estar sustancialmente mejor.
Por alguna razón, está claro hoy día que lejos de estar “condenados al éxito”, estamos “condenados al Exit” o sea a la huida, a la fuga hacia adelante.
En una publicación reciente decíamos que “el espacio público en que se desenvuelve el movimiento de peatones y vehículos es el escenario por excelencia en que interactúa prácticamente toda la sociedad y su comportamiento refleja lo más profundo de la personalidad de un país”.

“Si no somos capaces de lograr que un vehículo pesado respete a los de menor porte, mal podremos limitar los excesos de los poderosos de turno; si como automovilistas no somos capaces de respetar los carriles de circulación, o como peatones respetar la semaforización peatonal, nos resultará muy difícil comprender el alcance de nuestros derechos y obligaciones. No es casualidad que el encauzamiento institucional de un país vaya asociado al ordenamiento vehicular y viceversa”.\"\"
Mal que nos pese a los “especialistas en diseño vial y tránsito”, claramente se puede detectar que:
1) No todos los cruces peatonales con señalización vehicular cuentan con la correspondiente señalización para el cruce peatonal. O sea la legislación y su materialización son incompletas. Esta no es una buena señal hacia la sociedad.
2) Se penaliza la infracción por exceso de velocidad, con lo cual todos estamos de acuerdo; pero no se penalizan las maniobras temerarias, entre otras los cambios de carril bruscos y no anunciados o no respetando la prohibición con línea continua o la distancia de frenado. Esta no es una buena señal hacia la sociedad.
3) En zonas de extrema densidad vehicular y peatonal no existen agentes de tránsito ordenando los movimientos y las esperas y en caso que visualicemos alguno, seguramente tiene mensajes urgentísimos que enviar por su celular, que claramente son más importantes que la seguridad de un peatón. Esta no es una buena señal hacia la sociedad.
Podríamos completar más detalles; pero el objetivo no es la crítica despiadada, ni el acoso a las autoridades. El fin de esta sucinta enumeración es describirle a una sociedad inmadura cuáles son sus comportamientos.
En una sociedad inmadura las leyes son imprecisas, su cumplimiento depende de la ecuación personal de cada uno y los controles son sesgados. Todo en un contexto de anomia generalizado.
En este contexto, no nos asombre que cuando alguien está en desacuerdo con la mecánica legal del tratamiento de una ley, sea éste un hombre de la calle o un legislador, tome la decisión unilateral y personal de interrumpir el proceso de un modo no pacífico.
Tampoco nos llame la atención que alguna persona con el título de funcionario, desconozca los legítimos derechos en la liquidación de un haber jubilatorio, o de un reclamo de pago legítimo por un servicio cumplido, aduciendo que evitó una decisión que lo descoloca y huyendo hacia adelante (exit).
Estas actitudes no son éticas y obligan a una vía judicial, con las consiguientes demoras, cuyo resultado final evidente más el pago de costas y honorarios legales, deberán afrontar las generaciones futuras.
La buena práctica internacional indica que cuando no se puede pagar una deuda, existen nobles mecanismos de refinanciación a través del diálogo y lejos de la prepotencia de un vehículo pesado.