*Por el Dr. Aldo Antonio Bonalumi y el Dr. Jorge Sfragulla, ambos de la Secretaría de Minería de la provincia de Córdoba y de la Escuela de Geología. Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. Universidad Nacional de Córdoba).
A la luz de la señal inequívoca de reactivación que el Estado y la empresa privada comenzaron a delinear y de la necesidad imperiosa que posee la República Argentina de contar con rutas, redes ferroviarias, canales, acueductos, hospitales, escuelas, etc., es que se hace necesario, habida cuenta de las casi 300 millones de toneladas de agregados pétreos que se extraen anualmente en todo el territorio argentino (incluyendo piedra partida, arenas, limos y arcillas), definir con certeza tipos de roca, ubicación geográfica, reservas a futuro, controles y normalización de calidad y qué incidencia ambiental tiene su extracción y tratamiento.
La industria de la construcción necesita transportar a largas distancias sus materias primas, que en su inmensa mayoría son sustancias minerales, y es precisamente esta actividad la que hace mover el eje del desarrollo argentino. Si se piensa en los millones de toneladas de rocas y minerales que consumen la obra pública y privada en su conjunto, y se le suma el valor agregado de todas las industrias que utilizan en su elaboración el 100% de materias primas minerales, entre las que se incluye el cemento, la fabricación de hormigones y grandes estructuras prefabricadas, cerámica roja y esmaltada, porcelana sanitaria y vidrio; recién entonces es posible vislumbrar la importancia de estas sustancias minerales sencillas, pero como se afirma en el propio título de esta nota, “tan importantes como el desarrollo mismo del país”; ya que abastecen a una actividad que está entre las mayores generadoras de mano de obra, a la vez que insumen un gran porcentaje del servicio de transporte terrestre y fluvial, todo motivado por las grandes obras, tan necesarias para el desarrollo de la República.
Hoy el país está siendo testigo de una incipiente movilización de la industria de la construcción, ya que se está normalizando lentamente la cadena de pagos, hay invitaciones concretas a participar de licitaciones, algunos distritos provinciales están tomando créditos externos y el índice IC tuvo un incremento en julio/16 respecto de junio/16.
Si se lo interpreta desde los anuncios del gobierno, el parámetro es aún más optimista, “comienza la recuperación de la obra pública durante el último tramo del año”, “en cuatro años tendremos construidos 2.800 Kms de autopistas, la misma cantidad que se realizó en 65 años…”, “hasta el año 2019 el gobierno planea invertir 33.225 millones de dólares…”. Esto es imperativo que se dé en menor o mayor medida, pues de lo contrario el país irá hacia una dirección no deseada por nadie. En otras palabras, las obras que se atrasan en los períodos recesivos, hay que hacerlas en tiempos donde las variables económicas favorecen, con el detalle que cuando se decide hacer obras públicas, parece que a todas hay que ejecutarlas al mismo tiempo, como lo indica nuestra historia.
Pero hay un concepto muy importante aquí y que supera la línea de pensamiento colectivo, ya que se planifica, pero nadie piensa en la piedra, todos licitan, pero pocos reparan en cuanta piedra consume una ruta. La minería extractiva, en lo que llamamos industria del agregado pétreo, sabe muy bien que una ruta común de dos manos, demanda, con las nuevas especificaciones, 9000 Tns de productos en general, y que el 95 % son insumos minerales. Las nuevas especificaciones también ajustaron la normalización de las calidades y esto no es un problema menor. Lo anterior es una realidad y sin lugar a dudas, se puede afirmar que el agregado pétreo cobra una relevancia superlativa, desde el punto de vista geológico/minero, económico e industrial.
La obligación del productor de piedra partida es tomar conciencia de los condicionantes del futuro de su empresa: en primer lugar, debe entender que lo que extrae es un recurso no renovable, y sobre todo, cuáles son sus reservas y sus calidades. En segundo lugar, ¿qué impacto ambiental provoca su actividad?, y preguntarse: ¿Tenemos plan de cierre de mina?, ¿estamos remediando?, ¿en dónde nos instalaremos cuando se agoten las reservas? La planificación futura es la sobrevida empresaria.
Tan importante es el tema de la reserva como el del impacto ambiental, y ya hay provincias que están adoptando el criterio de que cantera que no tiene declaración de impacto ambiental vigente, no puede ser incorporada dentro de los pliegos licitatorios. Lo antedicho luce como algo lógico, pero sin embargo, la realidad indica que las constructoras compran a canteras grandes, medianas y pequeñas, que luego de comenzada la obra son clausuradas, dado que sus papeles no están al día. En ese momento es cuando el expediente que conduce a la autorización de explotación cobra mayor valor que las propias reservas y si la obra se atrasa, surgen los reclamos y aunque parezca mentira, se exigen reaperturas de yacimientos sin que se cumplan las leyes. País en deuda en este sentido.
Resumiendo lo antedicho, tenemos dos realidades en un futuro inmediato:
- Aumento de la demanda de agregados pétreos.
- Apertura o reactivación de canteras sin trámites legales al día (no obstante esto, el 75% de la producción cumple o tiene la voluntad de cumplir con las normas ambientales vigentes). El problema es que quienes no cumplen perjudican en forma acentuada al resto, dado que la actividad minera está constantemente bajo la lupa de la sociedad, y es castigada si no cumple con las normas ambientales.
En este futuro cercano los problemas ambientales, la baja de la calidad de la roca o simplemente la falta de reservas provocarán que algunas empresas deban alumbrar nuevos yacimientos y relocalizar sus plantas de tratamiento. De no ser así, algunas provincias, especialmente aquellas que “exportan” agregado a otros distritos y donde la minería de agregados es muy importante, podrían ver resentida su producción y disminuir su penetración nacional como proveedoras de estos materiales.
Para dar un ejemplo, basta citar a las provincias de Buenos Aires y Córdoba y en menor grado, las provincias de Santiago del Estero, Corrientes y Entre Ríos, que comienzan a insinuar caída en cuanto a reservas y calidad. Estas provincias son conscientes de su protagonismo geopolítico en materia de abastecimiento de materiales pétreos a la zona más densamente poblada del país, y naturalmente no ignoran que la pérdida de este mercado impactaría en forma negativa tanto económica como ambientalmente. Si no se tiene claro que el centro/este del país provee materias primas a la construcción por su relación precio/flete más baja, y hubiera que trasladar las áreas de extracción mucho más al oeste, dicha relación alcanzaría valores catastróficos que la obra pública no podría solventar, con el consecuente perjuicio en el desarrollo, ya que el incremento en los precios por el factor flete harían con frecuencia que una obra no se concretase, más aún cuando el mercado abastecido por las principales productoras es más de la mitad de la población total del país (57%), el que más obras de infraestructura requiere y el más alejado de las provincias cordilleranas. Es tan sensible el tema flete, que si rigiera el control de carga por eje en forma estricta, ese solo hecho aumentaría en forma considerable el costo de la obra.
Tampoco es posible dejar de tener en cuenta el impacto ambiental que provocaría tener que alejarse de los actuales centros de producción de piedra partida y arenas silíceas, ya que miles de toneladas diarias de CO2 serían emitidas innecesariamente a la atmósfera por el transporte; basta mencionar que actualmente entre Buenos Aires y Córdoba se despachan más de 6500 camiones diarios, con energía generada por combustión de gas oil, ya sea en camión o tren.
Otro dato muy interesante desde lo estrictamente minero, y teniendo solo en cuenta los millones de toneladas movilizados por la minería no metalífera comparada con la metalífera, se concluye que actualmente son comparables si se tiene en cuenta los yacimientos más importantes de ambas minerías. Esto marca a las claras la importancia minera del sector por un lado y el movimiento extraordinario de sustancias minerales no metalíferas por el otro, poniendo un acento muy significativo a la importancia geoindustrial y política, que cobra la industria del agregado pétreo y la atención que debe tener este sector de verdaderas PyMES productivas que ayudan a sostener desde siempre el desarrollo del país.
Si se tiene en cuenta que actualmente un alto porcentaje de áridos de muy baja calidad es extraído de cursos de aguas o canteras secas que dejarán de producir, la necesidad de conocer nuevos afloramientos aptos en calidad y cantidad es tan necesaria como limitado es el tiempo que se dispone. El natural y lógico aumento de la producción deberá tener indudablemente una respuesta dada por el conocimiento de potenciales yacimientos de materiales para agregados que permitan acompañar al crecimiento de la demanda.
Un llamado de atención para el sector es que ya hay claros indicadores que marcan una escasez cada vez mayor de arenas naturales. En otras palabras, en sectores de consumo masivo de agregados se está terminando la arena y habrá que reemplazarla con material de cantera, que hoy se produce, pero sin duda habrá que aumentar su calidad y cantidad. Un desafío que no es nuevo a nivel mundial, pero sí lo es para nuestro país, pues habrá que pensar en fabricar arena, exactamente como hoy se tritura la piedra para llenar el vacío dejado por los cantos rodados naturales; falta muy poco para que tecnológicamente la arena sea un producto de trituración y no de dragado de ríos o de canteras secas de origen aluvional.
No es posible dejar de mencionar la importancia que tiene la calidad de los agregados. Es fundamental que se tome conciencia que la vida útil de una obra de ingeniería está directamente relacionada, entre otras cosas, con la calidad de la roca con la que se la construye. Cómo no poner énfasis en este tema si hoy la mayor inversión que realiza el Estado es la obra pública que consume anualmente decenas de millones de toneladas de piedra.
Los productores que tienen actualmente problemas de reservas, deberán entender que la geología es una ciencia capaz de identificar rocas, calidades y cantidades; que halladas las formaciones estas permitirán la apertura de nuevas canteras, las que a menudo generan actividad en áreas deprimidas y ocupan mano de obra. El conocimiento geológico permitirá conservar el mercado de la piedra partida a nivel nacional, contribuirá en forma activa y gradual a la reconversión de la actual forma de explotación de áridos de río y cursos secos, y aportará a la toma de decisión de las PyMEs que abastecen de piedra partida a la red vial y a la construcción en general. La colaboración entre los entes geológico mineros estatales y el sector privado es una necesidad ineludible, si la actividad quiere seguir siendo uno de los motores del desarrollo nacional.