Revista Vial dialogó con el Ing. Oscar Vardé, presidente de la Asociación Argentina de Túneles y Espacios Subterráneos (AATES), quien expresó su visión acerca del creciente desarrollo de la tunelería a nivel global. Asimismo, comentó acerca de la actualidad de la entidad que encabeza, que este año cumple su primera década de vida.
-¿Cuál fue la motivación que dio lugar al nacimiento de AATES?
Ing. Oscar Vardé: AATES como sociedad profesional comenzó su tarea en el año 2010, con gran esfuerzo pero con mucho empuje. Fue a partir de un evento internacional, en el cual una de las jornadas se dedicó específicamente a túneles. Era una larga aspiración del grupo argentino participar de la tunelería, que en ese entonces se empezaba a desarrollar con mucha mayor intensidad que en el pasado. La Asociación surgió por una razón concreta: la cantidad y la importancia de los trabajos que estaban surgiendo en ese momento, y que luego además, aumentaron bastante.
Así, a partir de su fundación, AATES realizó jornadas todos los años, incluyendo una de carácter internacional, de la cual participan expertos de gran trayectoria. Se trata de profesionales que actúan para ITACET, que es la rama académica de ITA (International Tunnelling Association), y que envía a conferencistas sobre temas específicos que nosotros elegimos en cada oportunidad.
-¿Qué balance se puede hacer de los 10 años de trayectoria que cumple la Asociación?
O.V.: En mi opinión, el balance es positivo. Al comenzar había una escasa cultura sobre la industria tunelera, fundamentalmente porque había poca actividad. A partir de la fundación y de las grandes obras que comenzaron en esa época, la comunidad ingenieril empezó a darse cuenta de lo que es la tunelería y de su importancia en el desarrollo, sobre todo en el ámbito urbano.
Hubo una gran oportunidad en la zona metropolitana de Buenos Aires, donde en un momento dado había más de seis tuneleras trabajando de forma simultánea. Eso no ocurría ni siquiera en Brasil, donde siempre nos superan en magnitud debido a su empuje.
El balance es positivo, además, porque en este tiempo se ha formado mucha gente en la actividad. A partir del contacto con los grandes especialistas y con los contratistas, que supieron realizar una gran tarea en las obras, se fue cultivando una capacidad profesional y competencia que en mi opinión era bastante menor antes de que comenzáramos con nuestra organización. Asimismo, las jornadas siempre fueron exitosas. Cada una ha tenido una concurrencia de más de 150 personas, que expresaban gran interés por todo lo que se explicaba.
-¿Qué lugar tiene la Argentina en la comunidad internacional de tuneleros?
O.V.: La comunidad internacional estaba esperando que Argentina participara. Cuando iba a un congreso me preguntaban dónde estaban los argentinos. Esa situación me tenía un poco menoscabado. Así, a través de la comunicación y de la asistencia a los distintos congresos internacionales, este tema se superó. En los últimos años hemos participado bastante. Yo personalmente asistí a Dubái y Nápoles, que fueron los últimos dos y realmente fueron experiencias muy importantes. No sólo por lo que se aprende, sino porque uno advierte el progreso que esta industria de la tunelería tiene en el mundo. Muchas veces es más interesante la feria de expositores que los trabajos. La industria se ha desarrollado en una forma exponencial, de modo que uno aprende cada día una cosa nueva. Yo aprendí muchas cosas que no pensé que iba a aprender. La técnica actual de la tunelería, sobre todo para obras urbanas, se basa en el uso de equipos de última generación, que son complicados y sofisticados. Ahí todo es importante. Desde los operadores hasta los fluidos que usan en las excavaciones.
-Los avances de la tecnología cambian el concepto de la ingeniería.
O.V.: Claro, como también ocurrió en otras ramas de la ingeniería. La tecnología siempre está adelante de la profesión en sí misma. Es decir, la industria es la que tiene la iniciativa y marca el desarrollo. Por eso es que es tan interesante la construcción de túneles, porque abarca todas las ingenierías: la civil, la mecánica, la electricista, la de sistemas, la hidráulica y, sobre todo, la tecnología de los materiales que se usan.
–Otro importante aporte es el de la creciente capacitación del personal que no proviene de la ingeniería.
O.V.: Sí, claro. Hay un rango de colaboradores que están involucrados en esto que son realmente expertos, sin ser ingenieros. Las personas que están al frente de una máquina tunelera, que vale varios millones de dólares, tiene una experiencia enorme en su manejo, y saben que el impacto que genera un error en una tunelera se refleja en la superficie, sobre todo en obras urbanas, donde la infraestructura se cruza con la obra. Por ejemplo, el Maldonado, que fue una obra de la que yo participé desde el inicio, tuvo que pasar por debajo del aeropuerto, de conductos antiguos, de tres líneas de subterráneos, así como debajo del mismo arroyo. Así y todo, no hubo ni un solo problema y los movimientos registrados en superficie fueron mínimos. No fue casualidad. O en todo caso, la casualidad fue que en todos los casos había expertise. Todos conocían su trabajo.
-¿Qué repercusión tuvo en el ámbito ingenieril argentino la aparición de AATES?
O.V.: El interés que demuestran los ingenieros ha crecido muchísimo, ya que se han dado cuenta de que el rubro tiene un gran futuro. El desarrollo del espacio subterráneo está creciendo en todo el mundo. Sólo China tiene más de 3 mil kilómetros de túneles. En Europa también hay un gran desarrollo. Italia tiene 1.800 kilómetros de túneles ferroviarios. Sin estar a la cabeza de Europa, ha cultivado al máximo esta industria. Está segunda después de China y antes de Japón.
-¿Qué innovación propuso AATES?
O.V.: Lo importante en los rubros novedosos es la difusión y la capacitación. Y en eso AATES ha sido constante. Con las jornadas anuales, con los cursos online que realizó para la Cámara de la Construcción y para la facultad, con una frecuencia importante y que cada vez atraen más colegas.
-El interés va en aumento a pesar de que se trata de una actividad que parecería lenta, de largos procesos.
O.V.: Es cierto que se trata de procesos largos, pero comparado con otras obras grandes, no lo son tanto. Por ejemplo, la construcción de una presa tarda más de cuatro o cinco años. Y, en cambio, con los nuevos equipos para hacer túneles, que excavan más de 30 metros lineales por día, las obras se hacen en mucho menos tiempo. Por ejemplo, el Maldonado se hizo en dos años y medio. Es todo un récord. No hay ninguna obra que avance a esa velocidad. Quizás lo que es lento, como siempre, es la decisión de encararlo por parte de la sociedad y de la financiación. Pero hoy todo el mundo se da cuenta de que es mucho mejor en una zona urbana hacer una obra subterránea que hacerla en superficie. No sólo por el menor impacto ambiental que implica, como la no interrupción de los transportes y de la circulación en superficie, sino además porque la obra hoy en día es más segura. Es más seguro viajar en un túnel que en una autopista. Porque hoy los túneles están equipados con sistemas inteligentes y con todas las mejoras de seguridad que introdujo la técnica. De las autopistas no podemos decir lo mismo: por lo menos en Argentina, sigue habiendo accidentes muy frecuentemente.
-Parece ser que la industria tunelera está en auge a nivel mundial.
O.V.: Los organizadores de un Congreso Mundial de Túneles en Brasil que se llevó a cabo hace algunos años propusieron un leitmotiv que decía: \»Túneles para una vida mejor\» (\»Tunnels for a better life\»). Y realmente es así. Ni hablar en zonas geográficas con climas extremos. En los países escandinavos la industria tunelera es tremenda. Si bien está favorecida por la geología, ya que tienen materiales muy resistentes, llama la atención que, por ejemplo, en Estocolmo el 80% es subterráneo: los túneles, los supermercados, los almacenamientos de fluidos. Se han desarrollado muchísimo en esto.
-¿Qué futuro avizora para la asociación?
O.V.: Nosotros seguiremos haciendo el mayor esfuerzo para aumentar el número de personas interesadas en la tunelería y para capacitarlas. El progreso de esta actividad también va a depender de la oportunidad de construir infraestructura, tal como se vino haciendo hasta ahora. En los últimos años hemos hecho muchas obras de tunelería. Solamente el plan Riachuelo tiene, entre dos obras, más de 40 kilómetros de túneles. No es poco, si recordamos que el total de los subterráneos en Buenos Aires es de 50 kilómetros, y que empezamos en 1913.
-¿En qué puede beneficiar con mayor importancia el desarrollo de la tunelería en las infraestructuras metropolitanas?
O.V.: En lo que respecta al saneamiento y al alivio de inundación. Hay que recordar que Buenos Aires tenía una recurrencia bajísima de lluvias y que aun así, con una lluvia de 30mm, había varias áreas que en media hora se inundaban. A partir de la construcción del Maldonado y del Vega, que se acaba de terminar, esas zonas ahora han triplicado y hasta cuadruplicado la capacidad de retención. Hay zonas que no se inundan más. Esta es una de las ventajas. Ni hablar de las ventajas de saneamiento con la construcción de afluentes y la captación de residuos.
-¿De qué depende el futuro del desarrollo de la tunelería en Argentina?
O.V.: Como siempre, el factor político va a tener una gran influencia, porque además de decidir hacia dónde va la obra pública y la construcción, requiere también el apoyo de inversores, así como de la inversión privada y de los créditos. En este sentido, la acción política es muy importante.
-Se trata de obras de altísimo costo.
O.V.: Sí. Por ejemplo, el Sistema Riachuelo incluye un valor total de 1.200 millones de dólares, de los cuales el Banco Mundial aportó el 85%. Según las mismas autoridades del organismo, es el crédito más grande que han realizado en infraestructura en América del Sur.
-¿Podrán mantener esta tendencia?
O.V.: Cada uno tiene que hacer el rol que pueda para que se concrete. Nosotros haremos lo posible. Yo creo que AATES también. A partir de un grupo relativamente reducido que se inició, sigue aumentando el interés. También tenemos como meta involucrar a gente joven, que tiene la ventaja de que puede adquirir conocimiento más rápido al iniciarse en esta actividad, quizás más afortunadamente que nosotros, que arrancamos mucho después. Ellos podrán tener más absorción de estas nuevas técnicas.