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Planificación territorial y obras públicas

El Sr. Fernando Álvarez de Celis, secretario de Planificación Territorial y Coordinación de Obra Pública del Ministerio del Interior, Obras Públicas y Vivienda, planteó la necesidad de llevar a cabo una planificación territorial a fin de optimizar la competitividad en la región.
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EDITORIAL

La planificación territorial se basa en articular acciones a escala nacional, provincial y local como componente estratégico para las decisiones públicas, con el objeto de dar coherencia y sinergia a la multiplicidad de esfuerzos públicos que inciden en una misma región. Es así que permite integrar gran parte del ciclo de la inversión, desde la información y la planificación, hasta la materialización de las obras y el monitoreo del resultado.

En estas tareas, los objetivos son mejorar la calidad de vida de los ciudadanos y la competitividad de la región, que representan la guía de las acciones y la finalidad de la inversión.

El incremento de la competitividad territorial del país es un objetivo asociado al logro de la optimización en la diversificación, innovación, empleo, exportaciones y servicios, respetando la identidad de los pueblos y diversidad cultural con las siguientes consignas: sustentabilidad ambiental, gestión integral del riesgo, gobernabilidad y planeamiento participativo.

Gran parte del déficit actual de las condiciones necesarias para permitir el desarrollo de las potencialidades está asociado a la escasa relación entre la planificación tradicional y la inversión. En este sentido, es importante recuperar la planificación territorial como herramienta para racionalizar y transparentar la toma de decisiones en la inversión. Es un desafío fomentar la participación; definir patrones urbanos sostenibles aumentando la resiliencia y disminuyendo los riesgos ambientales; proyectar el crecimiento de las ciudades y la localización de las viviendas, promoviendo el uso racional del suelo; orientar infraestructura y servicios de acuerdo al patrón de crecimiento deseado para lograr una infraestructura eficiente; orientar la inversión pública impulsando la privada; fortalecer las economías regionales y su autonomía (actualización de información, planes estratégicos, aprovechamiento de recursos y estrategias productivas).

Así, es fundamental lograr una visión territorial de los problemas y las oportunidades, poder analizar en cada zona concreta las necesidades, los proyectos y lo que ya se está desarrollando en materia de infraestructura, a fin de garantizar que las nuevas propuestas sean acumulativas y sinérgicas. Es importante comprender que la localización de una infraestructura no siempre es suficiente para permitir el desarrollo de un territorio, sino que es la acumulación de inversiones y esfuerzos, la que genera esas condiciones. Es allí donde se vuelve fundamental contar con información y conocimiento, como componente para lograr decisiones que tengan incidencia en los objetivos planteados.

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La Secretaría de Planificación Territorial y Coordinación de Obra Pública como parte del Ministerio del Interior, Obras Públicas y Vivienda que conduce el Sr. Rogelio Frigerio, tiene la misión, desde el Estado nacional, de llevar adelante la planificación territorial, el desarrollo de proyectos y la ejecución de obras públicas, siguiendo una visión más general del Estado de devolverle a las mismas su carácter transformador, y que sean sinónimo de bienestar. A través de esta institucionalidad, estamos logrando efectuar las tareas mencionadas en conjunto, entre áreas del Gobierno nacional, los locales y las provincias, y, en un corto periodo, fue posible establecer una mecánica de trabajo en la cual las obras se realicen con proyectos, y los mismos sean parte de planificaciones y visiones generales que les den sentido y finalidad.

Desarrollo territorial, calidad de vida y competitividad productiva

El desarrollo territorial se entiende como la conjunción entre los dos grandes objetivos que se plantearon al principio, con una visión de localización específica.

A modo general, nos encontramos en un país que tiene un horizonte de desafíos, en el mediano plazo, extremadamente importante. Tal como fue planteado en 2016 en la cumbre de ONU-Hábitat (Organización de las Naciones Unidas), Argentina está llamada a jugar un rol fundamental en la seguridad alimentaria mundial y en la producción de hidrocarburos no convencional. Cuenta con un potencial minero de los más importantes a nivel global, con recursos humanos de altísima calidad, agua dulce en abundancia, y un sinnúmero de ventajas competitivas y comparativas que hacen de este uno de los países con mayores posibilidades de tener una muy elevada calidad de vida.

Por otra parte, existen profundas asimetrías socio-productivas entre las jurisdicciones que la conforman. Por ejemplo, el PBI (Producto Bruto Interno) per cápita de la más rica del país (Ciudad Autónoma de Buenos Aires) es 14 veces mayor que la de menores recursos (Formosa); el 60% del valor agregado industrial se concentra en un único lugar; la población de la Provincia de Buenos Aires es 123 veces más grande que la de Tierra del Fuego.

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La experiencia indica que algunas medidas pueden tener efectos macro-económicos positivos o negativos sin que necesariamente tengan influencia en el desarrollo humano. La sustentabilidad se relaciona con un avance económico pujante, pero particularmente, a partir de las condiciones de atractividad del territorio. Los antiguos paradigmas concebían sólo impulsos exógenos, y los enfoques para identificar problemas y realizar propuestas era puramente sectorial. En esta óptica, se confiaba en que la inversión en infraestructuras “duras” era suficiente, mientras que, en muchos sitios, es fundamental la “blanda” para permitir desplegar las posibilidades de innovación. Se requiere de una mirada integral con fuerte base territorial, y deben complementarse las políticas macro con las micro a fin de lograr sinergias positivas de impacto en la calidad de vida.

En este sentido, planteamos que gran parte del desarrollo territorial necesita diversificar los patrones históricos. En el debate sobre los corredores bioceánicos, nuestro país sostiene que lejos de ser considerados sólo como estructuras viales, sostén de los flujos de un lado a otro, parte del progreso para las provincias del norte puede impulsarse a partir de una integración productiva seria y responsable con las regiones vecinas.

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Es clave el conocimiento y difusión sobre el funcionamiento de los diferentes complejos productivos y la región, como parte de las necesidades de información útil para priorizar inversiones y guiar la planificación y los proyectos. Junto con la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), llevamos a cabo una serie de estudios sobre los mismos por provincia, su funcionamiento y sus indicadores, la composición, evolución y dinámica actual de la estructura productiva microrregional argentina.

Gran parte de las regiones poseen un grado elevado de concentración de las actividades. Más de la mitad de ellas tienen menos complejos productivos, en general, fuera de la zona pampeana, lo que da cuenta de la vulnerabilidad económica de ciertos sitios. A su vez, analizando los limitantes que inciden en cada región, se observa que el déficit de infraestructura básica es menos condicionante que otros aspectos críticos, como, por ejemplo, el financiamiento de las inversiones, la calificación de los recursos humanos, o cuestiones ligadas a la tecnología de producto. Estas restricciones son muy elevadas en el Noreste y Noroeste (NOA), lo que determina que los complejos de estos lugares son los que sufren mayores impedimentos.

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Para el desarrollo de inversiones, resulta fundamental conocer de qué modo funciona cada complejo productivo, cuáles son los limitantes de cada zona, y cómo es su despliegue territorial. A partir de entender la manera en que se producen, en qué lugar, y qué tipo de restricciones tiene, además, cada fase, desde la producción primaria, hasta las de industrialización y comercialización, permite identificar el conjunto de necesidades en tiempo y lugar específicos. Consideramos que es a raíz de ello que se plantean las posibilidades de nuevas infraestructuras, como los caminos rurales, canales, y también de nuevas inversiones “blandas” que impulsen la calificación de los recursos humanos, innovación e iniciativa local.

A partir de esos análisis, se detectaron y cuantificaron los niveles de diversificación/especialización, concentración, dependencia de actividades únicas en una misma región o convergencias, todos aspectos que permiten identificar las acciones tendientes a lograr la variación e innovación.