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Construyendo un camino de vida seguro

Por el Ing. Alfredo Severi, presidente de la Cámara Argentina de Consultoras de Ingeniería (CADECI).
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EDITORIAL

El pasado 13 de Junio, en coincidencia con el Día de la Seguridad en el Tránsito, la Asociación Argentina de Carreteras, renovando su característica de apostar a más y mejores caminos y fuertemente comprometida con la Seguridad Vial en todos sus aspectos, nos ha brindado una jornada colmada de asistentes, sobre una problemática que nos arranca más de 5.000 vidas por año, más heridos graves, discapacitados de por vida y cuantiosos daños materiales que nos avergüenzan como sociedad y especialmente a nosotros como ingenieros vinculados estrechamente con la responsabilidad de preservar la seguridad de sus habitantes, cualquiera sea el origen y su condición social.
El Ing. Guillermo Cabana, presidente de la institución, en el acto de apertura, ha sido claro al transmitir el compromiso y las acciones asociadas con la seguridad en el tránsito, que se ve reflejado en la persistencia a la convocatoria anual a esta jornada, y en todas las acciones cotidianas que dan cuenta real de este enfoque. Sea éste un reconocimiento explícito de parte de nuestra institución y de sus empresas asociadas.
Parafraseando a algunos carteles que suelen leerse en las rutas, podemos afirmar que “A la Argentina no le sobra ningún habitante”.
Presentado el problema, llama la atención que este día “vinculado a la vida”, haya pasado casi inadvertido por la escasa difusión por parte de las instituciones más cercanas y medios de comunicación en general. Entiéndase bien que esta apreciación no es un cargo ético sino quizás más vinculado con el “a mí no me va a pasar” porque la culpa siempre es del otro.
Y aquí surge claramente el concepto que probablemente quede eclipsado por el ansia de las estadísticas precisas que representan los números. Esto es la educación vial y la implementación concreta de los medios para inculcarla en primer lugar a los peatones, que en gran medida también son conductores, a éstos y a las autoridades de aplicación sobre las que pesa una gran responsabilidad.
Cuesta un gran esfuerzo explicar a un peatón, que cruza indebidamente “esquivando” a un vehículo que circula normalmente, que no sólo él está corriendo un riesgo grande sino que también es una falta de respeto grave hacia el conductor del vehículo que se ve amedrentado por una situación de riesgo no provocada por él. El peatón transgresor seguramente llega al final del cruce con una sonrisa cómplice que afirma la “viveza criolla”. Ante esta falta de respeto hacia el otro, nos preguntamos ¿dónde está la solidaridad que tanto pregonamos?, ¿Dónde está la comprensión cabal del límite entre el derecho de uno y del otro?, ¿Cómo se traduce este comportamiento inadecuado en la cultura política de una sociedad?, ¿Qué respuesta se puede esperar en la actitud recíproca?
Creemos que sería atinado que las autoridades de aplicación tomen nota de estas situaciones cotidianas, aparentemente menores, como aplicación práctica del enfoque educativo que propiciamos. Esto es solo la punta del iceberg de la problemática profunda que consideramos innecesario ampliar.
Las rutas también son un buen escenario del desconocimiento y descontrol de las normas básicas, tales como el sobrepaso en zonas demarcadas como prohibidas, donde también cabe la responsabilidad de la autoridad de aplicación, cuando por desidia quedan registradas demarcaciones de sobrepaso prohibido como remanente de rutas donde se ha duplicado la calzada y ya carece de sentido tal prohibición. Aunque parezca irrelevante, tal descuido atenta fuertemente contra la educación vial al mantener una restricción innecesaria relativizando y confundiendo de esta manera los reales límites.
Otra cuestión que parece crecer como una mancha de aceite, sin que las autoridades de aplicación le pongan límites, es la aparición y crecimiento descontrolado de puestos precarios de venta de alimentos “regionales”, de esos que se comercializan en los supermercados, que no sólo no cumplen con las elementales normas de seguridad alimenticia ni control impositivo sino, lo que es más grave, invaden las zonas de seguridad de las rutas, creando situaciones de altísimo riesgo con vehículos circulando a velocidades permitidas de más de 100 km/h, cuando bajo estas circunstancias debería reducirse a no más de 30 o 40 km/h.
Estamos convencidos que es absolutamente más importante preservar la ruta de posibles desastres que los beneficios y réditos mal entendidos que la autoridad competente pueda lograr con esta peligrosa permisividad, cualquiera sea la eventual razón política que invoquen. Esta situación también es la otra punta del iceberg que nos exime de mayores descripciones.
Si las autoridades de aplicación y la sociedad liderada por una dirigencia competente deseara revertir esta penosa situación vinculada a la siniestralidad, debería tomar como ejemplo la seriedad y tenacidad en la educación y control en la seguridad aérea, que solo se interpretan y pueden ser imitados en un escenario de toma real de conciencia y de ejecutividad extrema que iguale la importancia de las víctimas de las catástrofes aéreas con las de las catástrofes vehiculares terrestres, salvo que pensemos diferenciar entre víctimas de primera o segunda categoría.
En una publicación anterior decíamos que “el espacio público en que se desenvuelve el movimiento de peatones y vehículos es el escenario por excelencia en que interactúa prácticamente toda la sociedad y su comportamiento refleja lo más profundo de la personalidad de un país”.
Apreciamos ahora que la similitud entre la cultura del movimiento físico de las personas y su accionar ciudadano en el cuidado de la cosa pública, o sea la cultura política, es tan profunda que no se vislumbra un avance en el sistema político de una sociedad si no se comprende y educa al ciudadano en esta interacción en el espacio público. No es casualidad que sea fácil percibir la coincidencia de estos dos aspectos en las sociedades más avanzadas, a las cuales tratamos de asemejarnos en los aspectos positivos.
Para finalizar deseamos destacar, siguiendo los consejos de nuestro coterráneo líder espiritual, respetado a nivel mundial, que el propósito de esta reflexión es “hacer lío” para provocar el despertar de un letargo que nos avergüenza frente a lo que más queremos, que son nuestros hijos.