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Crónicas sobre el tránsito

El uso del suelo y el transporte. Quinto capítulo. Por el Ing. Oscar Fariña
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EDITORIAL

*Por el Ing. Oscar Fariña

Los temas que nos han ocupado hasta ahora, han estado vinculados a la geografía de nuestro país a nivel global y las comunicaciones entre esos enormes espacios ocupados del territorio y tratados como una introducción al análisis del uso del suelo a lo largo de la historia más reciente. Si bien la evaluación de esta problemática se ha realizado desde una mirada optimista, tienen mucha actualidad las advertencias que se plantean en cuanto al peligro de los daños del medio ambiente, el cambio climático, la anarquía en los desarrollos urbanos, el transporte, etc. A partir de ello, vamos a tratar un ejemplo, dentro de muchos otros, de un colapso de una civilización en parte por el uso inadecuado de los recursos naturales; como lo es el caso de la Isla de Pascua, en el Océano Pacífico.

Geografía e historia de la Isla de Pascua
Esta Isla, cuyo nombre en el idioma originario es Rapa Nui, pertenece desde el año 1888 a Chile, y está ubicada a 3.700 km de Santiago. Es uno de los lugares más solitarios del mundo, ya que la isla más próxima a ella es la de Pitcairn a 1.900 km., hacia el oeste.
Es ampliamente conocida por sus enormes estatuas de piedra denominadas Moai, labradas en roca Toba, con la configuración humana de la cabeza y el torso con los brazos pegados al mismo que se distribuyen en una pequeña superficie de 163,6 km².
Estas estatuas, fueron talladas entre los Siglos XIII y XV. A partir del declive posterior progresivo de la organización social, los isleños nativos las derribaron y se mantuvieron en ese estado de abandono, tendidas en el suelo, hasta tiempos recientes en que se dispuso la restitución de muchas de ellas en su posición original, tarea ésta muy esforzada dado el tamaño y peso de las estatuas.
Para ilustrar mejor sobre ellas, se describen algunas de sus características más destacadas:
Sus caras tiene narices largas, barbillas anchas, orejas rectangulares, cejas pobladas y ojos profundamente hundidos.
Las fosas nasales tiene una figura de anzuelos de pesca.
Algunas de ellas tienen sólo la parte superior de la pétrea estructura, pero la mayoría están constituidas con el cuerpo unido a la cabeza, en una sola unidad. En realidad, dicho cuerpo estaba enterrado y al liberarse se descubrió que su constitución era completa con la contextura descripta.
En general las cabezas representan 3/8 de la altura total. La más alta de ellas tiene unos 10 metros de altura y pesa 90 toneladas.
Un rasgo aparentemente tardío es el agregado en algunas estatuas de un cilindro de escoria roja denominado pukao arriba de la cabeza, algunos con un peso de hasta 10 toneladas. Suposiciones al respecto, conducen a que se trataba de un tocado de plumas de ave rojas muy apreciadas en toda la Polinesia.
834 de las 887 fueron talladas en un material de origen volcánico llamado toba (ceniza volcánica compactada), extraído de las canteras de la propia isla.
La mayoría de las estatuas están erguidas dando la espalda al mar, es decir mirando hacia el interior. Se interpreta que la creencia era que estaban protegiendo a los aldeanos y vigilando los asentamientos.
Las estatuas en general se encuentran en forma grupal montadas sobre una plataforma de piedra denominada ahu.
Los ahu son de geometría rectangular como un relleno de escombros. No obstante, disponen de grandes bloques de piedra, algunos de varias toneladas.
Uno de los mayores misterios es cómo hicieron sus habitantes para distribuir las estatuas por toda la isla. Debe destacarse que cuando los primeros europeos llegaron a la isla, en el año 1722, encontraron una pequeña población local que no superaban las 3.000 personas, por lo que esto dio lugar a preguntarse si esta cantidad de gente fue capaz de llevar a cabo una obra de tal magnitud.
A pesar que existieron numerosas teorías, debe decirse que el material de las estatuas es mayoritariamente proviene del volcán Rano Raraku en el noreste de la isla y fueron talladas en ese mismo lugar. Los traslados posteriores de las enormes estructuras han constituido un conjunto de acciones complejas, por lo que se encararon diversas investigaciones para determinar como todo ello fue realizado. Por lo cual, un grupo de estudiosos intentaron reproducir una propuesta metodológica para el transporte; para ello fue reproducida una estatua de similares características y la hicieron desplazar como si caminara en posición vertical, con un bamboleo transversal y sostenida con sogas desde tres direcciones. Este planteo no puede considerarse definitivo ya que existen otras propuestas. En lo que sí hay coincidencia en todas es que fue necesario el uso de una enorme cantidad de troncos y otros materiales para la elaboración de sogas a partir de la madera de los árboles existentes.
Estudios recientes determinaron que en la isla, en condiciones iniciales del medio ambiente existente, había posibilidades que se podían albergar en su apogeo una población del orden de las 17.000 personas. Este tema se analiza más adelante. La superficie cultivable se estima en un 19% de la superficie con un tubérculo usado en el lugar como alimento de papas dulces, además de consumir peces y mariscos.
Finalmente, tanto la construcción de las estatuas como su traslado se realizaron con el esfuerzo humano de la numerosa población existente, por lo que cabe preguntarse ahora cuáles fueron las causas de la desaparición casi completa de la misma. Las variadas causas de ello son las que se analizan a continuación.

El uso de la tierra y el colapso de la civilización
El primer descubridor de origen europeo fue el explorador holandés Jacob Roggeveen, quien llegó a Rapa Nui el día 5 de abril de 1722, domingo de Pascua y precisamente la designación con el nombre de esa celebración ha perdurado hasta hoy. Es posible imaginar, al ser un conocedor de esos enormes espacios marinos del Océano Pacífico, que se preguntara en principio cómo era posible que una isla tan remota estuviera habitada por una población de origen polinesio y que éstos tuvieran solo rústicas canoas para navegar.
La segunda cuestión que se planteó es averiguar cómo se habían construido las enormes estatuas de piedra erigidas en el lugar, ya que la isla presentaba un aspecto desolado y su singular aridez mostraba la carencia de árboles que proveyeran la madera y demás recursos para la llevar a cabo semejante tarea, más aún que el número de habitantes en ese entonces era escasamente según las crónicas de esa época.
Estos interrogantes se mantuvieron por mucho tiempo, pero de investigaciones paleontológicas, se ha podido determinar que efectivamente la isla fue poblada por migraciones de colonizadores provenientes del oeste de origen polinesio, de Asia y que ocuparon la isla a partir del año 900, alcanzando un máximo de población en su apogeo entre los 15.000 y 17.000 habitantes. La isla presentaba en ese entonces una geografía con flora tropical con abundantes árboles, mientras que los colonizadores prehistóricos trajeron muchas especies de cultivos, desde el taro hasta los plátanos y animales como cerdos, perros y pollos, es decir que estos navegantes realizaron la proeza de ocupar estos espacios bien equipados con productos esenciales para la supervivencia.
Es difícil de entender cómo ha sido posible la llegada hasta Pascua desde occidente, dado que los vientos y las corrientes marinas se presentan en dirección contraria de este a oeste, a menos que los hombres hayan sido experimentados navegantes y por lo que se ha estudiado, la colonización no se llevó a cabo directamente, sino a través de sucesivas etapas mediante la ocupación de islas y archipiélagos intermedios.
El asentamiento de la población y la organización a través de siglos, permitieron el desarrollo de una agricultura sustentable, como así también la provisión de alimentos de origen animal y la pesca de especies marinas que permitieron una economía que satisfacía las necesidades primarias de los habitantes. A diferencia de otras islas, al estar absolutamente aislada, su economía se basaba solamente en los recursos interiores, entre los que hay que destacar la minería que proveía rocas de origen volcánico, para las viviendas, corrales para encerrar animales, herramientas para la agricultura y huertos protegidos de piedras, etc., además de la construcción de las estatuas.
En cuanto a la organización social alcanzada en su apogeo, al igual que en otros lugares de la Polinesia, estaba constituida por jefes y aldeanos y las investigaciones arqueológicas han sugerido que la isla había sido dividida en una docena de territorios, cada uno de los cuales pertenecía a un clan o linaje y tenía una geometría, que partiendo de la costa, se extendía hacia el interior, configurando como si fueran porciones en que se ha seccionado por ejemplo un postre circular o una pizza. Cada porción en una geografía variada, con restos en la orografía de tres volcanes, estaba dotado de diferentes recursos de valor. Por ejemplo, en uno se albergaba la única fuente de la piedra para tallar estatuas, en otros se disponía de las mejores playas para botar canoas, mientras que en algunos se podía desarrollar agricultura, y los restantes disponían de buena madera. El transporte no está alejado de la problemática ya que para trasladar por ejemplo las estatuas, debían hacerlas circular desde la cantera hasta su emplazamiento definitivo atravesando diversos territorios. Es así que aquí debieron conciliarse variados intereses, no alejados de la competencia que se plantea entre los diversos clanes, que se vio reflejada entre otros aspectos en la construcción de los complejos de viviendas y el erigir las estatuas cada vez de mayor tamaño.
Es aquí donde surge precisamente el principio del problema grave que dio lugar a estas circunstancias, dado que para construir las plataformas ahu y las estatuas Moai, se debió alimentar a muchas personas y además consumir los recursos naturales. Al hacer un balance, se concluye que progresivamente se fue gastando más de lo que se producía, dado que las construcciones no tenían valor económico redituable a los que financiaban el emprendimiento.
Con la progresiva desaparición, especialmente de los árboles de los montes naturales, se dio paso el progresivo deterioro del medio ambiente, hasta que los alimentos no alcanzaron para toda la población. Esto condujo a un colapso total de la civilización, debido a luchas internas por la escasez de medios de subsistencia, que prefiero en esta crónica no entrar en detalles.
Obsérvese que en el año de la vista del primer explorador, la cantidad de habitantes se había reducido a un porcentaje menor al 20% del histórico. La primera estimación fiable fue de 2000 personas y fue realizada por misioneros residentes en el año 1864, después que una epidemia de viruela afectó gravemente a los habitantes. Anteriormente, en el año 1836, unos 1.500 isleños (prácticamente la totalidad de los hombres), fueron raptados por barcos de esclavos peruanos para trabajar en minas en el continente.
En la Figura N° 4 se tiene una foto actual de un sector arbolado con palmeras, como demostración que efectivamente estas especies pueden tener un perfecto desarrollo en un suelo de arenas volcánicas, batidos por los vientos del mar.

Conclusiones
Tal vez sea este artículo de las Crónicas que publicamos en esta Revista, en el que he invertido mayor tiempo en el estudio y evaluación de la numerosa documentación consultada. A medida que me fui adentrando en las diversas problemáticas, especialmente en los conflictos humanos de los pobladores de esta isla, se fue incrementando mi interés por saber su historia y no puedo dejar de mencionar, lo que me ha venido a la memoria y sirva esto a modo de una parábola lo referido a aquella presentación que hacía el humorista y enorme actor que fue Tato Bores, interpretando a un antropólogo alemán que investigaba los restos de una antigua civilización desaparecida cuyos descubrimientos conducían naturalmente a nuestro país. Dado los límites que impone la publicación, sólo algunos aspectos de la Isla Pascua son los que sintéticamente se acompañan, no obstante dentro de la numerosa documentación disponible, recomiendo nuevamente el libro “Colapso”, de Jared Diamond.
En relación a la población de la isla, algo muy representativo de la situación actual, en relación a la historia de estos aislados parajes es lo que manifiesta nuestro entrevistado de hoy (Ver nota continua), quien destaca que entre los pobladores es difícil ver descendientes en forma directa de los pueblos originarios, lo que si puede observarse en muchas de las islas de la Polinesia.
El colapso de la civilización que se ha descripto sumado a las enfermedades, como la viruela, traídas por los sucesivos exploradores, más las circunstancias excepcionales de tráficos de esclavos en épocas más recientes, dan lugar a un panorama desolador que merece ser considerado como demostración de respeto hacia los actuales habitantes de la Isla de Pascua.
La seguimos en el próximo capítulo.
Que todo sea para mejor.