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Ingeniería. Especializarse hoy en el exterior para la Argentina del mañana

* Por el Ing. Bruno Agosta La próxima generación de ingenieros argentinos tienen que estar a la altura de los compromisos y necesidades para el desarrollo de infraestructura que nuestro país necesita, y para eso necesitan formarse desde hoy.
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EDITORIAL

 

 

No es difícil imaginarse que estudiar un postgrado en los Estados Unidos es una experiencia diferente a hacerlo en Argentina, pero me pareció interesante contar en qué.
Desde agosto de 2013 me encuentro en Boston, estudiando en el Massachusetts Institute of Technology (MIT) el Máster en Ingeniería del Transporte dentro del Departamento de Ingeniería Civil y Ambiental. Basta con llegar para descubrir la primera gran diferencia: aquí los estudiantes y profesores son a tiempo completo. Todos estamos en la universidad todo el día desarrollando distintas actividades, viviendo en una verdadera comunidad universitaria, lo cual hace que nuestra participación sea mucho más activa respecto a lo que estamos acostumbrados en Argentina. Prácticamente todos los estudiantes de las maestrías en ingeniería dentro de MIT tenemos un tiempo dedicado a la investigación aplicada dentro de nuestro campo de estudio. Esto, además de ayudar a los estudiantes a pagar parte de los costos del estudio, genera un lazo muy fuerte entre la academia y la industria, ya que empuja la investigación aplicada en los campos de la ingeniería hacia temáticas de interés concreto.

MENTE Y MANOS
Ya desde su lema «mens et manus» (“mente y manos”), el MIT propone una profunda interacción entre las cualidades intelectuales y la aplicación a la realidad. Dentro de su política de investigación, el Instituto revela que su objetivo principal es avanzar en el conocimiento empujando la frontera actual desde todos los ámbitos en los que investiga.
En particular, en Ingeniería del Transporte MIT tiene una serie de grupos de investigación que tratan diversos temas: desde sistemas de transporte público hasta ferrocarriles de alta velocidad, pasando por el desarrollo de nuevos métodos de estimaciones de demanda, aplicación de nuevas tecnologías para la obtención de datos de transporte, el desarrollo de metodologías comparativas para estudiar el transporte de petróleo, o incluso el análisis de los sistemas de ingeniería complejos desde una óptica técnico-social diferente. Cada uno de estos grupos de estudio está liderados por uno o varios profesores, referentes en sus áreas y que por lo general llevan varias décadas enseñando e investigando dentro del Instituto. Tanto los profesores como los alumnos son muy activos en la producción de publicaciones científicas y en la participación en congresos de la especialidad a nivel mundial, liderando grupos interuniversitarios que investigan temas similares.
Sin embargo, más allá de la gran importancia de la investigación, el principal objetivo de nuestro tiempo aquí es desarrollar nuevas habilidades y aprender nuevos conocimientos, en especial tomando clases. En este aspecto, también existen diferencias con respecto a nuestro país: el sistema norteamericano es por lo general más flexible, ya que el alumno arma el plan de estudios con las materias que más le interesan de todo el espectro de cursos que ofrece el Instituto bajo la supervisión de un Asesor Académico. Esto hace que los cursos reúnan alumnos de distintas especialidades que llegan interesados por la temática partiendo de distintos caminos. Pero la ventaja adicional que ofrece el MIT es poder inscribirse en forma automática a prácticamente cualquier materia de las escuelas de la Universidad de Harvard. De esta manera muchos ingenieros que tenemos una formación técnica, nos encontramos tomando cursos de política económica en la Escuela de Gobierno John F. Kennedy de Harvard, una de las más prestigiosas del mundo. Entonces, además de las más de mil materias ofrecidas por MIT por semestre podemos agregar otro tanto de Harvard, lo cual genera que las jornadas en las que debe tomarse una decisión sean muy agitadas ya que deben evaluarse alternativas bien diferentes e interesantes que compiten por el escaso tiempo.
Esta fascinante interacción entre MIT y Harvard, qué están separadas físicamente por tan sólo dos kilómetros y medio, y que en algún momento de la historia pensaron en fusionarse, genera una sinergia difícil de cuantificar pero que a la luz de los resultados, es altamente positiva para las dos instituciones. Alumnos, profesores, investigadores y hasta equipos deportivos están muy vinculados, lo cual pone en evidencia que, más allá de la sana competencia, existen ámbitos en los que el desarrollo conjunto es mucho más enriquecedor que el desarrollo individual y aislado.

BECAS INTERNACIONALES
Un capítulo aparte merece la actividad adicional a los cursos regulares que ofrece MIT, muchas veces en combinación con Harvard, que incluye conferencias, seminarios o simplemente disertaciones sobre temas innovadores que algún profesor de estas universidades o de alguna otra institución amiga brinda al público en general. Resulta habitual encontrarse con carteles dentro del campus que anuncian una conferencia de un Premio Nobel o de algún físico reconocido por algún descubrimiento novedoso. Hay al menos tres o cuatro disertaciones al día durante los meses de clases que se desarrollan en esta parte de la ciudad de Boston en la que se vive la ciencia y el conocimiento de una forma diferente. Uno pierde la capacidad de asombro cuando se cruza en los pasillos con autores de libros clásicos, con ex ministros de cualquier país o incluso algún ex presidente, como el caso de Felipe Calderón de México, que es actualmente profesor en Harvard.
Estudiar un postgrado en ingeniería en el extranjero es sin duda una experiencia increíble, que requiere de un esfuerzo personal importante, pero cuya recompensa no tarda en llegar. Particularmente para estudiar un postgrado en ciencia y tecnología en los Estados Unidos, el camino se ha hecho mucho más simple en los últimos años. En mi caso, cuento con el apoyo de tres becas: una del programa BEC.AR cuya selección y administración es a través de la Comisión Fulbright, otra de la Organización de Estados Americanos (OEA) en representación de Argentina y, gracias al apoyo de la Asociación Argentina de Carreteras (AAC), una beca de la International Road Federation (IRF). Además existen otras opciones, como es el caso de las Becas Fulbright – Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires para Jóvenes Graduados y aquellas otorgadas específicamente por cada provincia. Pero más allá de las ayudas que pueda recibirse, lo más importante es tomar la decisión de embarcarse en una formación internacional, que no sólo brinda herramientas para la formación profesional, sino que también constituye una experiencia personal intercultural muy enriquecedora.
Una experiencia adicional que me tocó vivir fue en enero de 2014, cuando fui invitado por la IRF a la ciudad de Washington para participar del Road Scholar Program. Durante una semana los becarios IRF de más de 19 países nos reunimos para participar de capacitaciones y networking, y visitamos las oficinas del Banco Mundial, Banco Interamericano de Desarrollo, Federal Highway Administration, AASHTO, al Departamento de Transporte del Estado de Virginia, además de otras entidades vinculadas al sector vial de los Estados Unidos. Gracias a esta fabulosa oportunidad pude no sólo conocer ingenieros de todas partes del mundo, que están avanzando en el estudio de la infraestructura vial y del transporte, sino también intercambiar opiniones sobre por ejemplo el futuro desarrollo de la actividad y cómo se podrían aplicar estos avances en nuestro país.
Considero que la ingeniería argentina tiene un alto potencial para salir al mundo, pero para hacerlo posible es necesario apoyar la formación de ingenieros en el exterior, no sólo para tener la experiencia de estudiar temas de punta en la investigación, sino también para exportar nuestro conocimiento, abrir las mentes y sobre todo enriquecerse de las diferencias tanto culturales como académicas de las cuales, como yo, seguramente muchos disfrutarán.