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Inundaciones y sequías, dos caras de la misma moneda

Por el Ing. Adolfo Guitelman, Director de la carrera de Ingeniería Civil y de la Escuela de graduados de Ingeniería Hidráulica (FIUBA).
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EDITORIAL


*Por el Ing. Adolfo Guitelman, Director de la carrera de Ingeniería Civil y de la Escuela de graduados de Ingeniería Hidráulica (FIUBA). Profesor de construcciones hidráulicas, hidráulica e hidrología vial de la misma Facultad. Académico de número de la Academia Nacional de Geografía y Member of the American Academy of wáter resources engineers, AAWRE.


La problemática lleva más de un siglo de análisis y discusiones en el ámbito público, entre las autoridades nacionales, provinciales, municipales y los afectados, pero muy lejos de plantear una solución.
El trabajo de Florentino Ameghino es muchas veces mencionado, pero lamentablemente, casi nunca comprendido en la mayoría de sus recomendaciones. La provincia de Buenos Aires es uno de los ejemplos.
Toda la pampa húmeda y la provincia de Buenos Aires en particular sufren alternativamente y con frecuencia ciclos de inundación y sequías que muchas veces coexisten temporalmente en diferentes localizaciones geográficas.
Aun en casos de aguas altas, existen regiones que continúan con falta de agua, mientras el exceso complica otras.
Es por esto que Ameghino recomendaba retener y no desaguar indiscriminadamente porque el recurso es necesario y escaso en muchos lugares y en diversas localizaciones muy cercanas.

La afectación a la población y a las economías regionales es mayúscula y especialmente en los casos de inundaciones severas, como las del año 2002 por ejemplo, las pérdidas superaron los 700 millones de dólares.
Con mucho menos de ese valor podrían haberse previsto obras adecuadas que hubieran protegido y/o mitigado los efectos sobre el campo y las infraestructuras.
Experiencias acaecidas en los últimos años muestran una dramática evolución de las inundaciones como producto de la intensificación de las tormentas extremas, sumada a la creciente presión del desarrollo urbano y de las infraestructuras viales, entre otras las que se ven particularmente afectadas perjudicando todo el ciclo económico que depende de ellas.

La población en general muchas veces desconoce los rasgos de los sistemas de drenaje natural sobre los que se desarrolla su vida dando lugar a la generación de una elevada vulnerabilidad estructural.
Las características del desarrollo de las inundaciones son tales que obligan a considerar a las mismas como un fenómeno de carácter permanente y dinámico, que exige el monitoreo de su evolución temporal y su correlación con los periodos de sequías.

En consecuencia, este tema tiene un alcance que no se agota con el mandato de las autoridades y responsables a nivel nacional, provincial y municipal; sino que requiere de una férrea política de Estado a mediano y largo plazo.
Es necesario fortalecer y poner en escala los recursos humanos y económicos destinados a mitigar este flagelo. Para enfrentar este problema (al igual que otros desastres de origen hídrico) es necesario aplicar recursos que largamente exceden los presupuestos locales, provinciales y los fondos nacionales destinados para ello.

Años más tarde, la misma provincia sufría un serio déficit hídrico. Perdón Florentino, no entendimos nada.
Esto afianza la idea del trabajo continuo y a largo plazo, contrario a lo que se experimenta con declaraciones de emergencia hídrica que pretenden responder a una demanda enorme en plazos muy cortos, muchas veces irrealizable.
Estimo necesario en este aspecto, tener en cuenta el manejo integral de los recursos hídricos donde las inundaciones representan uno de los problemas a abordar, pero no el único.

En Argentina disponemos de capacidad, experiencia y tecnología suficiente en todas las áreas, tanto vinculadas a los proyectos de ingeniería como a la ejecución de obras y es mucho lo que se puede hacer, para financiar en forma genuina los planes hídricos y también el adecuado mantenimiento de las infraestructuras afectadas por el agua.
En lo que hace a los proyectos hídricos se sustenta la idea de fomentar los análisis basados en las modernas herramientas disponibles, memorias técnicas basadas en trabajos de línea de base y demás especialidades con la planificación adecuada y con los tiempos acordes a la complejidad del problema que se enfrenta.

El proyecto de ingeniería es un % muy bajo de la inversión, pero es fundamental para la planificación a largo plazo, así como para poder justificar las medidas estructurales a tomar. Esta planificación se verá reflejada en una mayor facilidad para cumplir el objetivo a nivel de empresas permitiendo ejecutar las obras sin constantes cambios de proyecto y así cumplir los plazos y los presupuestos.

Finalmente, todo proceso a encarar en esta materia debe responder a objetivos consensuados con la población afectada de tal manera que se encuentre allí la garantía de sus logros parciales, y en esto, se destaca la participación activa del profesional de la ingeniería para aportar el conocimiento necesario y la cuantificación de las metas a alcanzar en cada etapa.

Este rol irrenunciable lo ubica en los primeros planos de decisión, para lo cual se hace necesario integrarse institucionalmente al gobierno local, provincial y nacional con el fin de poner a disposición estas contribuciones.
En función de estas consideraciones es que las mejores prácticas de gestión implican los siguientes pasos para enfrentar el problema:

•Planes directores: la gestión hídrica como política de Estado debe basarse sobre el desarrollo e implementación de planes directores, para lo cual se sugiere poner en marcha un proceso que progresivamente vaya dotando de estas herramientas de planificación para las cuencas hídricas debidamente priorizadas, en las cuales se presentan situaciones particulares perfectamente identificadas.

Es igualmente importante que, en aquellos lugares donde ya exista esta herramienta se garantice la continuidad de su implementación en el tiempo. Un Plan Director debe ser entendido como un compromiso de adherir a enfoques integrales, multidisciplinarios, con abordaje participativo ciudadano y de articulación con los niveles políticos, para asegurar su financiamiento en el tiempo.
•Finalmente es importante salvar la brecha existente entre la gestión jurisdiccional y la planificación territorial, para lo cual la gestión puede realizarse a través de autoridades de cuenca debidamente articuladas con los órganos gubernamentales y que por lo general en la mayoría de los casos, presentan aspectos interjurisdiccionales.
•Medidas estructurales y no estructurales. La gestión del riesgo de cara al futuro requiere poner en su justa medida el grado de seguridad que brinda una obra. Debe entenderse que las obras de mitigación son necesarias, pero no suficientes; mucho menos pueden considerarse un permiso encubierto para intensificar los niveles de servicios e infraestructura existentes, sujetos a riesgo de inundación. Es en este ámbito donde las medidas no estructurales juegan un rol clave.


El enfoque adoptado combina los controles físicos con la instrumentación de medidas no estructurales, basadas en la estrategia de “convivencia con las inundaciones”.
Medidas estructurales
El fortalecimiento de las obras de defensa en áreas geográficas con fuerte actividad económica y alta vulnerabilidad a los importantes daños de las inundaciones.


Medidas no estructurales
Representan una estrategia de prevención destinada a restringir la ocupación de áreas anegadizas y mitigar los efectos negativos de las medidas de control. Buscan alcanzar un alto grado de prevención y preparación, y que los residentes tiendan a adaptarse a las inundaciones y perciban beneficios cuando esto sea posible.
En lo que hace a las medidas estructurales, debe tenerse como garante en el tiempo, el mantenimiento del estándar de diseño de dichas obras, reflejado además en el imprescindible cuidado de las condiciones de uso generales de la cuenca y de las estructuras que se ejecuten en ella.

El concepto adecuado de diseño deberá tener especialmente en cuenta el riesgo y en qué medida los aspectos estructurales y no estructurales aportan a su disminución.
•Resiliencia: debemos poner énfasis en el desarrollo de estrategias destinadas no sólo a resistir las inundaciones mediante obras de mitigación sino también a aumentar la resiliencia de la población para poder enfrentar el problema con mayores niveles de prevención y recuperación post-evento. Las responsabilidades de llevar a cabo estas actividades, deben ser claramente definidas y comunicadas a la sociedad a la que están dirigidas, porque su conocimiento y compromiso son parte central de la solución.
•Comunicación: debemos profundizar la concientización sobre el riesgo de inundación, centrándonos en transmitir con la mayor claridad posible la vulnerabilidad estructural que muchas geografías (y por ende población, servicios e infraestructuras) poseen por estar desarrollados e influenciados por los cursos de agua.
•En este mismo sentido, es conveniente revisar el uso del concepto de recurrencia, comúnmente expresada en años, dado que transmite una sensación de ocurrencia esporádica de los eventos de crecidas a la vez de una falsa sensación de seguridad en cuanto al estándar de protección de una obra de mitigación.
Cuando hablamos de recurrencia, el concepto es probabilístico y por lo tanto, decimos esta tormenta tiene una probabilidad hoy de ocurrencia de 1 en 100, por ejemplo.
Parece baja, pero para analizar lo que puede ocurrir realmente, lo que debo analizar es cuál es el riesgo en mi obra que tiene una vida útil, por ejemplo, de 20 años.
Entonces, lo que debo mirar es la tabla de abajo, donde se ve que si t=20 años de vida útil de la obra, el riesgo hídrico se rige por la fórmula:
R [ Q , t ] = 1 – (1- 1/T)^ t
Riesgo que depende del caudal hidrológico asociado a la recurrencia T y de la duración de la obra t.
Ahí podemos observar que, si elegimos una recurrencia de 100 años (T) para el diseño, la probabilidad que sea excedida en los 20 años (t) de vida de la obra es un 18%. Y si elegimos 50 años (t) para la vida útil de la obra el riesgo asciende a un 39.5%.
Vemos entonces que el riesgo no es tan pequeño.
•Tecnología de la información: la gestión hídrica debe aprovechar el auge y la penetración que la tecnología de la información tiene en la vida cotidiana de la población. Esto implica la importancia vital de contar con una amplia red de registros hidrometeorológicos que a su vez sustente una red de pronósticos que puedan llegar a cada rincón de la población aprovechando la digitalización.
•Es fundamental la continuidad en la operación y mantenimiento de los registros hidrológicos debiendo estos estar disponibles para todos los involucrados.
•Cambio de paradigma: como corolario debemos comprender que las obras y las medidas no estructurales ayudan mucho, pero la solución no depende solo de ellas, sino también en sostener una firme política hídrica a largo plazo independiente de los cambios políticos, porque el agua no hace distinciones de ese tipo.
Las mejores decisiones políticas sólo se pueden tomar cuando se dispone de alternativas técnicas y económicamente sustentables, y es ahí donde la ingeniería viene a decir presente.

BIBLIOGRAFÍA
•Inundaciones y sequías, F. Ameghino.
•Jornada de inundaciones, C.A.I. -octubre 2015.
•Inundaciones en áreas urbanas, Adolfo Guitelman. A.N.G.
•Sequías e inundaciones en la provincia de Buenos Aires, Scarpati-Capriolo.