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Caminos rurales: causas del deterioro y una guía para su recuperación

Por Guillermo Castagnino.
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EDITORIAL

*Por Guillermo Castagnino.

La denominación “Red terciaria” con la que se encuadran los caminos rurales es engañosa, porque nos lleva a pensar que primero hay que ocuparse de la red primaria (autopistas, rutas nacionales), después la secundaria (rutas provinciales, otros caminos importantes) y, por último, con la energía (o el presupuesto) sobrante, le llega el turno, si le llega, a los caminos rurales.
Sin embargo, estos últimos son tan importantes como los vasos capilares del cuerpo humano. Para qué servirían la aorta o la vena cava si no existieran los capilares que llegan a la última célula.
Los caminos rurales cumplen una función económica importantísima: son el primer eslabón para el transporte de la producción desde cada sitio de generación a los centros de consumo o exportación y dan sustento a toda la actividad económica relacionada.
Pero, además, cumplen una función social más importante aún, ya que permiten que millones de personas que viven, trabajan o estudian en las zonas rurales, puedan permanecer en su hábitat con los servicios esenciales (salud, escuela, etc.) y evitar la tendencia sostenida de las últimas décadas, de despoblamiento del campo y el crecimiento hipertrófico de las ciudades.
Una gran proporción de los caminos rurales, particularmente en la zona agrícola ganadera de la región pampeana, se encuentran recurrentemente en mal o pésimo estado, lo que alienta la expulsión de la población rural o el deterioro de la calidad de vida de quienes necesitan o desean permanecer allí. Esto obedece a tres factores principales: las condiciones físicas, las condiciones económicas y la ineficiencia técnica, relativa a los trabajos de mantenimiento.
Desde el punto de vista físico, la llanura argentina se caracteriza por tener un régimen de lluvias importantes, un territorio inundable por sus bajas pendientes y una gran variedad de suelos, en muchos casos suelos plásticos lo que los hace muy vulnerables a las precipitaciones.
Desde el punto de vista económico, los caminos rurales no suelen recibir los recursos necesarios para su mantenimiento. Muchas veces son las urgencias políticas, y no tanto las técnicas, las que tientan a los gobernantes a fijar otras prioridades, y los caminos rurales van quedando para “cuando sea posible”.
Finalmente, desde el punto de vista técnico, es común que, en los municipios, que son los responsables de la gestión de los caminos rurales, no exista un cuerpo técnico con suficiente capacitación para planificar y gestionar las tareas de conservación y mantenimiento. Si bien estas no son tareas de alta tecnología, es necesario planificar bien los recursos, generalmente escasos, y diseñar bien los trabajos en cuanto a tipo y frecuencia para optimizar los resultados.
Cómo gestionar estas tres cuestiones que condicionan el servicio del camino rural es el desafío. Las condiciones físicas existen, y si bien no siempre es fácil lidiar con la naturaleza, la buena ingeniería conoce las herramientas y sabe aplicarlas. Las limitaciones económicas pueden ser más complejas ya que los problemas políticos suelen ser más inmanejables que la naturaleza. Y por esto mismo, es necesario optimizar al máximo el empleo de buenas técnicas de programación, asignación de recursos y gestión de la conservación.
Con esta visión, un equipo asesor de la Secretaría de Planificación del Transporte, dependiente del Ministerio de Transporte de la Nación durante la presidencia del Ing. Mauricio Macri, elaboró una Guía de Mantenimiento de Caminos Rurales. Los integrantes de ese equipo fueron los ingenieros Leonardo Castagnino, Carlos Zanini, el técnico Juan Castagnino y el suscripto.
El objetivo de esta Guía fue brindar una herramienta práctica y suficientemente sencilla para que pueda ser utilizada por los encargados, tanto de la planificación de los recursos (maquinarias, herramientas, insumos y mano de obra) como de la gestión de conservación, mejoramiento y mantenimiento de los caminos rurales. Está escrita en un lenguaje llano y contiene métodos y fórmulas muy sencillas para posibilitar su utilización por parte de personas idóneas, no necesariamente técnicos superiores ni universitarios.
La Guía brinda, en forma didáctica, los conceptos técnicos básicos que definen las características de un camino rural, describe un abanico de formas alternativas de organización para administrar y ejecutar los trabajos, y ofrece una serie de recomendaciones de “buenas prácticas” para los distintos trabajos que involucran la conservación.

La Guía contiene un cuerpo principal de 55 páginas organizadas en cuatro capítulos:
I. Introducción a la conservación de los caminos de tierra.
II. Pautas para la gestión de los caminos rurales.
III. Métodos de relevamiento y evaluación.
IV. Guías de trabajo y buenas prácticas.

Además, incluye los siguientes 4 anexos:
I. Herramientas de gestión y planificación.
II. Programas de mano de obra intensiva en el mantenimiento de caminos.
III. Mantenimiento en caminos de montaña.
IV. Prácticas recomendadas para caminos rurales.

Esta Guía en su conjunto es un documento útil y de muy fácil lectura para los municipios encargados de los caminos rurales. Particularmente para aquéllos que no tienen aún una política y una estrategia definida en este tema.
El primer paso, una vez entendidos los conceptos básicos (capítulo I), es conocer las distintas alternativas de organización. En el capítulo II se incluyen características y recomendaciones acerca de cómo gestionar la ejecución de los trabajos, ya sea mediante administración municipal, comisiones mixtas productores – municipio, concesiones a cooperativas, contrato de obra pública o consorcios camineros.
El segundo paso es conocer la red que debe gestionarse. Para ello es necesario realizar el relevamiento de tramos, longitudes y características técnicas de cada sección. En el Capítulo III y en el Anexo II se ofrece un método de relevamiento y evaluación de los datos físicos (longitud, ancho, altura respecto del terreno, superficie de la calzada, tipo de suelo donde se asienta el camino), condiciones hidrológicas (precipitaciones, drenaje) y jerarquía del camino (tránsito, transitabilidad) y se explican métodos sencillos para relevar y clasificar dicha información.
El Anexo II define luego el concepto de “Aptitud Vial”, valor que surge de la parametrización de los valores anteriores. La Aptitud Vial se clasifica en Baja, Media o Alta y en combinación con la jerarquía del tramo, permite prefijar una frecuencia anual recomendada para cada tipo de tarea.
A modo de cierre de este cálculo, el Anexo II incluye al final el procedimiento para definir los recursos necesarios y el presupuesto anual para satisfacer las frecuencias que surgen de la aplicación de esta metodología.
El método descripto para la evaluación de los tramos y la planificación de los trabajos, basado en el concepto de “Aptitud Vial” no pretende ser una fórmula científica exacta ni definitiva, sino una metodología flexible de análisis, basada y corroborada por la amplia experiencia de los autores en la gestión de caminos rurales, y que admite incorporar ajustes en base a la experiencia local.
Finalmente, el paso definitivo será gestionar los recursos de acuerdo con las necesidades detectadas, y ejecutar los trabajos para lo cual también la Guía ofrece un menú de buenas prácticas para todos los trabajos habituales, ya sea para caminos de llanura o de montaña Capítulo IV y Anexos III y IV.

Conclusión final
Es común ver grandes diferencias en el estado de conservación de los caminos rurales entre un distrito y otro. Indudablemente las condiciones físicas influyen, pero, mediante buenas prácticas es posible depender menos de las lluvias o de los suelos desfavorables. Es posible encontrar jurisdicciones con malos suelos y buenos caminos y viceversa. En definitiva, el mayor peso en el resultado depende de una buena gestión. Cuando uno llega a un partido, departamento o provincia y encuentra buenos caminos rurales, es síntoma de una buena gestión. Si los caminos están sin el mantenimiento adecuado, es porque los recursos se derivan a otros fines o porque no se aplican criterios técnicos de planificación y gestión como se debe.