Las consultas públicas, los actos abiertos en los que se presentan y discuten proyectos con la comunidad y otros grupos de interés, se han convertido en un hito central para la aprobación de ciertos proyectos e inversiones. De hecho, muchos inversionistas públicos y privados han optado por reconocer el proceso de consulta pública como un requisito esencial de su política corporativa, independientemente de si se trata de una obligación regulatoria local.
En un contexto en el que podría decirse que cualquier proyecto tiene implicaciones sociales directas o indirectas, tiene mucho sentido mantener al público bien informado y comprometido. Además, contar con aportes tempranos provenientes directamente del público como “usuarios finales” podría representar una fuente de datos crucial para el diseño eficaz de los proyectos. Este tipo de aportes puede ser particularmente enriquecedor considerando que entre los miembros de la comunidad podemos encontrar personas con un conocimiento profundo y bien informado del contexto local, o incluso expertos en la materia, como académicos y empresarios locales.
A pesar de los beneficios descritos anteriormente, la relevancia del proceso de consulta pública a veces se pasa por alto e incluso puede encontrar oposición por parte de los promotores y desarrolladores de proyectos.
Consultas públicas: riesgos y oportunidades
En mi concepto, cierto grado de resistencia y oposición al proceso de consulta pública se origina en el riesgo percibido de exponer el proyecto a una retroalimentación desfavorable. Esta percepción está de alguna manera justificada: durante los procesos de consulta, el proyecto se “expone públicamente”, probablemente por primera vez, y la participación pública implica un intercambio con interlocutores que no necesariamente respaldan el proyecto.
En algunos casos, la comunidad puede sentir un resentimiento unívoco contra el desarrollo del proyecto y se opondrá por principio a cualquier tipo de iniciativa, independientemente de lo que se ponga sobre la mesa. Otros pueden exigir solicitudes poco razonables y especulativas. Incluso cuando el proyecto cuenta con el respaldo del gobierno, los opositores políticos pueden optar por un obstruccionismo indiviso y unidireccional. Las organizaciones no gubernamentales, a su vez, pueden proporcionar excelentes contribuciones a los proponentes de proyectos, pero también pueden llegar a ser observadores implacables y críticos si sus puntos de vista son descartados o ignorados.
Por lo tanto, la participación pública conlleva algunos riesgos que, si no se gestionan adecuadamente, pueden convertirse en una falta sistemática de respaldo social, una amenaza a la reputación o, peor aún, en un riesgo operativo y financiero para el desarrollo del proyecto. Sin embargo, no hace falta decir que es más fácil manejar y abordar los riesgos si estos se identifican e investigan más temprano que tarde en el proceso de desarrollo del proyecto e idealmente durante la etapa de diseño, cuando las modificaciones son aún relativamente fáciles de implementar.
Por otro lado, un entorno social favorable limita este tipo de riesgos y sus costos financieros y no financieros asociados: un proceso de consulta sólido y saludable puede ser la ocasión para ganar impulso político, para garantizar que la comunidad respalde al desarrollador y para disfrutar de una mayor visibilidad y percepción social que puede ayudar a impulsar el proyecto a través de la ejecución y operación.
Para concluir este concepto, los eventos de consulta pública deben girar en torno a tres pilares:
- Deben diseñarse como un medio para proporcionar a la comunidad un sentido de propiedad sobre el proyecto y así obtener un amplio apoyo comunitario para el proyecto u operación.
- Deben tener como objetivo recopilar e interpretar la retroalimentación de la comunidad y reflejarlos de manera efectiva en el diseño y la implementación del proyecto.
- Para maximizar su éxito e impacto, las consultas públicas no deben verse como un evento sino como el inicio de un proceso. La consulta debe conducir a la participación de la comunidad a largo plazo para mantener la confianza y la aceptación del público durante todo el ciclo del proyecto.
Cómo nutrir la percepción pública
En mi experiencia, hay varios pasos que los gerentes de proyectos suelen considerar para preservar y nutrir las opiniones públicas y la comunicación. - Construir una reputación y una “marca” del proyecto sólidas y consistentes desde el principio. Hay varias formas efectivas de construir una reputación positiva a través de estrategias de comunicación y marketing, y éstas deben considerar la creación de una percepción positiva tanto de los proponentes del proyecto como del proyecto en sí.
- Conocer las partes interesadas del proyecto. Es fundamental tener una comprensión clara de quiénes son las partes interesadas (los actores que de alguna manera están directa o indirectamente interesados o afectados por el desarrollo del proyecto); que generalmente se hace mediante la preparación de un inventario completo de las partes interesadas de la operación. Es útil mapear a los grupos de interés en función del impacto o contribución potencial que puedan recibir o causar al desarrollo del proyecto, y por su nivel de influencia e interés por el proyecto.
- Evaluar la percepción de la comunidad y desarrollar una estrategia de comunicación personalizada. Es importante comprender la percepción que tiene la comunidad del proyecto para establecer una línea de base. Monitorear la prensa local, los medios y las redes sociales es clave para tomarle el pulso a la comunidad con respecto a la operación. La realización de entrevistas a profundidad y talleres también puede ayudar a obtener una perspectiva más confiable y precisa. El desarrollo de una estrategia de comunicación puede ayudar a transmitir un mensaje eficaz, poderoso y coherente a las partes interesadas. Las estrategias de comunicación y participación deben adaptarse al tipo y nivel de influencia de cada grupo de interés. Estas estrategias deben ser dinámicas y adaptables a varios pasos del desarrollo del proyecto. Algunas partes interesadas clave que tienen una influencia estratégica para el proyecto pueden merecer un plan de comunicación ad-hoc bien pensado.
- Establecer mecanismos de comunicación efectivos para ayudar a capturar y abordar el posible descontento y las quejas antes de que se intensifiquen; estos se conocen comúnmente como mecanismos de reclamación.
- Los roles y responsabilidades para la gestión de la comunicación deben asignarse claramente dentro de la organización del proyecto. Cualquiera que administre las comunicaciones y sirva como enlace con las partes interesadas debe contar con el respaldo total del equipo del proyecto, con habilidades de comunicación sobresalientes, conciencia local y con los recursos adecuados para participar y responder de manera rápida y efectiva a las necesidades de comunicación.
Para concluir…
Una consulta es sin duda un paso muy delicado en el desarrollo de un proyecto, es una actividad con un efecto estratégico en la reputación de los proyectos. Una planificación adecuada y un enfoque bien pensado pueden prevenir los riesgos asociados con este proceso, ampliando los beneficios de tener a la comunidad del lado del proyecto.