Una y otra vez, la realidad nos golpea con la misma evidencia: sin infraestructura, no hay progreso. Mientras algunos sectores avanzan, otros retroceden, y el denominador común es la fragilidad de nuestras redes viales, energéticas y logísticas. En los últimos meses, la discusión sobre este tema ha tomado fuerza, y desde estas páginas hemos seguido de cerca las propuestas, reclamos y soluciones que emergen en distintos rincones del país.
La crisis vial: un problema que nos afecta a todos. Los números no mienten. El ingeniero Gastón Blanc presentó en el VIII Taller de Caminos Rurales en Junín, un estudio contundente: la falta de mantenimiento en caminos rurales genera pérdidas del 40% en la producción agropecuaria. Este dato no es aislado; refleja una realidad nacional. La falta de mantenimiento afecta desde el norte, la Pampa Húmeda hasta Vaca Muerta y mucho más allá.
La precariedad de las rutas frena el crecimiento, encarece los costos y limita la competitividad.
En Neuquén, las petroleras lo entendieron. Ante la falta de inversión pública, empresas como YPF, PAE, Shell y otras crearon un fideicomiso para pavimentar rutas clave, como los 51 km del anillo vial de Añelo. Es un modelo innovador: el sector privado financia obras críticas, aliviando la presión sobre el Estado. Pero esto no debería ser la excepción, sino la norma. Remarcamos que no todo es aplicable a la actividad privada y el estado debe gestionar, planificar las obras.
En este contexto, la disolución de Vialidad Nacional sigue siendo un tema polémico. Fundada en 1932, fue la institución que diseñó y construyó las rutas que unieron al país. Formó generaciones de ingenieros y técnicos, y durante décadas cumplió su rol con eficiencia. Sí, hubo irregularidades, pero ¿la solución es extinguirla? Hoy, sus funciones están repartidas entre el Ministerio de Economía y Gendarmería, mientras las rutas se deterioran y no se presenta inversión en el futuro inmediato.
El problema no era la institución, sino la falta de control, financiamiento y planificación. Argentina es un país extenso; sin una agencia especializada en vialidad, la coordinación se fragmenta y las obras se postergan. Ejemplo claro es la Cuenca del Salado: la segunda etapa del Tramo IV sigue paralizada, dejando en riesgo a decenas de localidades con la amenaza hídrica. Esta cuenca no es la única.
La buena noticia es que hay movimiento. En septiembre, Olavarría albergará el IX Taller de Caminos Rurales; y el 15 y 16 de octubre, las 15° Jornadas de Túneles se realizarán en el auditorio de Techint. Allí analizarán la tecnología de túneles en la infraestructura minera. Estos espacios son vitales para compartir conocimientos contribuyendo con políticas claras.
Pero el mensaje central es otro: ningún sector avanza solo. El agro necesita rutas, la energía requiere logística, la minería demanda conectividad. Si algo enseña el caso de Vaca Muerta es que las soluciones llegan cuando todos empujan en la misma dirección.
En definitiva, la conclusión es que hay que reconstruir juntos. Argentina tiene los recursos, los profesionales y la capacidad técnica, pero ¿hay voluntad política y visión de largo plazo? No se trata de nostalgia por Vialidad Nacional, sino de entender que, sin instituciones sólidas y coordinación público-privada, el desarrollo es imposible.
Como dice el Papa Francisco, «Nadie se salva solo». Ni las empresas, ni el campo, ni el Estado. La infraestructura es el esqueleto de la economía; si se quiebra, todo colapsa. Es hora de dejar de lamentarnos y actuar. El futuro se construye con obras.
Nos encontraremos en la próxima entrega. Hay mucho camino por recorrer e infraestructuras que atender.
