El siguiente texto forma parte del libro editado por el CAF —Banco de desarrollo de América Latina y el Caribe. En los siguientes números se irán publicando los distintos capítulos.
PRÓLOGO E INTRODUCCIÓN
Prólogo
Vivimos tiempos caracterizados por desafíos sin precedentes –retos existenciales e históricos cuyo abordaje definirá, en buena medida, el futuro de la humanidad–. Uno de los más urgentes tiene que ver con los gases de efecto invernadero. El modelo de desarrollo asociado a estas emisiones no es sostenible y está pasando a nuestra región y a la humanidad una costosa factura en biodiversidad, calidad de vida y desarrollo sostenible. Los científicos advierten que al ritmo actual de emisiones nos quedan 28 años para limitar el incremento de la temperatura a 2 °C respecto a la era preindustrial y tan solo nueve años para limitarlo a 1,5 °C. Esta evidencia crítica ha motivado un consenso mundial –manifestado en el Acuerdo de París– en torno a la necesidad de dar una respuesta mancomunada a la crisis climática. En este contexto, América Latina y el Caribe ha mostrado un decidido compromiso con el medio ambiente: 33 países de la región son firmantes de ese acuerdo y han acordado una importante reducción de sus emisiones. Comparativamente, nuestra región contribuye poco en materia de emisiones, pero padece de forma desproporcionada las consecuencias de la crisis climática. Para lograr el crecimiento económico con reducción de las emisiones, será fundamental embarcarse en una transición energética que permita a los países continuar produciendo y consumiendo energía, pero limitando el volumen de emisiones generado por el uso de combustibles. La experiencia de los países desarrollados indica que este camino es tecnológicamente posible. América Latina y el Caribe debe afrontar esta transición en el marco de las acciones para reducir sus niveles de desigualdad. A pesar de los valiosos avances que se vienen alcanzando, seguimos siendo la región más desigual del mundo. La transición, por tanto, debe también ser justa. Este concepto implica justicia entre países –reconociendo las responsabilidades históricas de cada uno en las emisiones acumuladas– y justicia entre ciudadanos de un mismo país, para que los costos de la transición energética no recaigan sobre las poblaciones más vulnerables. De igual forma, esta dimensión debe extenderse a una justicia entre generaciones, para que el precio a pagar se distribuya en el tiempo. Echar a andar un proceso tan complejo y necesario –con un margen de tiempo reducido y un escenario global marcado por la incertidumbre y las tensiones– demanda conocimiento, análisis, datos y un panorama completo del desafío que enfrentamos. El presente reporte es un aporte esmerado que refleja el rol de CAF -banco de desarrollo de América Latina y el Caribe- como generador de conocimiento con visión estratégica desde la región. El documento presenta de manera rigurosa la forma en que la región ha producido y consumido energía en los últimos 20 años. También describe las oportunidades de la región de promover políticas públicas con el objeto de reducir las emisiones tanto del lado de la oferta como de la demanda de energía, al tiempo que evalúa los impactos fiscales, monetarios, externos y productivos que la transición energética impondrá a los países de América Latina y el Caribe. Del análisis se desprende claramente que la transición energética traerá desafíos y oportunidades para la región. Entre los primeros se puede mencionar una previsible tanto reconfiguración productiva como de los ingresos de los países productores de hidrocarburos dado que los recursos fiscales y externos se verán reducidos si el mundo disminuye el consumo de combustibles fósiles. Somos una región de soluciones, con capacidad para contribuir al proceso mundial de transición energética aprovechando las oportunidades que surgen para los países con reservas de minerales críticos –como el litio, el cobre o el níquel– para los países con reservas de gas cuyo uso durante la transición reduciría las emisiones sin abandonar inmediatamente los combustibles fósiles y para los países con potencial de producción de energías renovables en la relocalización de actividades intensivas en energía (powershoring). No hay una receta única para afrontar la transición energética. Cada país deberá elegir su velocidad, intensidad y estrategia de acuerdo con sus características. Para nuestras economías, este proceso transformacional requerirá de un gran compromiso para cumplir las metas asumidas. Además de los esfuerzos de los gobiernos de la región, será imprescindible el involucramiento de las personas y empresas para adecuar sus hábitos a la nueva realidad y de los organismos multilaterales para apoyar y acompañar a los países en este proceso. Será un camino retador que demandará acciones audaces y un músculo financiero sólido que respalde las acciones a desplegar. El sistema financiero y, en especial, la banca de desarrollo, debe ser un aliado fundamental para este propósito. CAF se ha comprometido a dedicar al menos el 40 % de sus aprobaciones a proyectos verdes, incluidos los que facilitan la transición energética. Somos el banco verde y el banco del desarrollo sostenible e inclusivo de la región. Con este RED, el banco de desarrollo de América Latina y el Caribe ratifica su compromiso de acompañar a la región mientras afronta con éxito el desafío de una transición con energías renovadas.
Reconocimientos
La elaboración del Reporte de Economía y Desarrollo (RED) es responsabilidad de la Dirección de Investigaciones.
Socioeconómicas de la Gerencia de Conocimiento de CAF —banco de desarrollo de América Latina y el Caribe—.
La edición y coordinación general de esta entrega estuvo a cargo de Lian Allub y Fernando Álvarez, con el apoyo de Martín Finkelstein y la asesoría académica de Natalia Fabra y Juan Pablo Montero. El reporte se realizó bajo la supervisión de Ernesto Schargrodsky, Director de Investigaciones Socioeconómicas, junto con Adriana Arreaza, Gerenta de Conocimiento, encargada durante el período inicial de elaboración del trabajo, y Verónica Frisancho, Gerenta de Conocimiento.
La redacción del reporte fue responsabilidad de los siguientes investigadores:
Capítulos 1 y 2 Lian Allub y Fernando Álvarez
Capítulos 3, 4 y 5 Walter Cont y Federico Juncosa
Capítulo 6 Juan Odriozola
Capítulo 7 Guillermo Alves
Capítulo 8 Juan Odriozola y Guillermo Alves
Capítulos 9 y 10 Lian Allub y Fernando Álvarez
El equipo de asistentes de investigación estuvo formado por Martín Finkelstein, María Pía Brugiafreddo, Lautaro Carrizo, Agustín Staudt, Franco Degiuseppe, Facundo Lurgo y Lorenzo Perrotta. Ana Gerez realizó la revisión editorial y corrección de estilo.
Los capítulos se beneficiaron de documentos de investigación elaborados específicamente para esta publicación por Hernán Bejarano, Catalina Buitrago, Pamela Caiza-Guamán, Víctor Manuel Cantilo Maza, Manuela Cerimelo, Natalia D’Agosti, Facundo Danza, Andrés García-Suaza, Raúl Gutiérrez Meave, Pedro Hancevic, Danae HernándezCortés, Sophie Mathes, Shaun McRae , Ignacia Mercadal, Héctor Nuñez, Leonardo Peñaloza-Pacheco, Natalia Porto, Jorge Puig, Oscar Rafael Pupo, Raúl Ramos, Nathaly Rivera, Bernardo Romero-Torres, Juan Rosellón, Héctor Sandoval, Alexander Sarango-Iturralde, Leopoldo Tornarolli, Vaios Triantafyllou y Frank Wolak.
El reporte se enriqueció con los comentarios de Elisa Belfiori, Lucila Berniell, Cristian Bonavida, Joaquín Coleff, Nicolás Gadano, Leticia Juárez, Roxana Maurizio, Daniel Perczyk, Mariano Rabassa, Marina Recalde y Rafael Skiadaressis, así como de los siguientes funcionarios de CAF: Diego Barril, Vittorio Boschetti, Fernando Branger, Pablo Brassiollo, Florencia Buccari, Martha Castillo, Guillermo Cabral, Carla Calá, Carolina Camacho, Pablo Cisneros, Brenda Ciuk, Jorge Concha, Sandra Conde, Richard Condor, Dolores de la Mata, Guillermo Díaz, Ricardo Estrada, Nicolás Estupiñán, Gustavo Fajardo, René Gómez- García Palao, Sergio Guerra, Oswaldo López, Pablo López, Alejandro Miranda, Alicia Montalvo, Teresa Morales, Daniel Ortega, Angie Palacios, Cecilia Paniagua, Mariana Poskus, Ernesto Rimari, Juan Ríos, Emil Rodríguez Garabot, Edgar Salas, Edgar Salinas, Reinier Schliesser, Manuel Toledo, María Carolina Torres, Horacio Valencia, Catalina Vanoli y Frank Vanoy.
Introducción La energía es vital para la actividad humana. El acceso a nuevas y más convenientes fuentes de energía ha sido motor histórico del desarrollo económico y social global, además del principio que motivó cambios profundos en la forma de obtener y consumir energía a lo largo del tiempo. La sustitución de la madera por el carbón fue el gran hito del siglo XIX en esa materia. En la segunda mitad del siglo XX, el petróleo se incorporó como fuente energética y, hacia finales de ese período, el gas natural incrementó su contribución de manera contundente, consolidando así la era de la energía fósil. Al respecto, a fines del siglo pasado las fuentes fósiles aportaban el 80 por ciento de la oferta global de energía. Desde la Revolución Industrial, el mundo ha asistido a un crecimiento económico exponencial que se explica en parte por la expansión de las fuentes energéticas. Pero este proceso también ha dejado pasivos que comprometen la sostenibilidad del planeta. Desde 1850, debido a la actividad humana se han emitido 2.351 gigatoneladas de CO2 (GtCO2), de las que casi el 70 por ciento provinieron de actividades intensivas en el uso de combustibles fósiles. De esas emisiones, el mundo desarrollado ha sido responsable del 45 por ciento, mientras que América Latina y el Caribe solo ha contribuido con el 11 por ciento. Ese crecimiento representa, a su vez, una profunda incompatibilidad con el mantenimiento de la temperatura global en niveles viables para la vida. En ese marco, se vuelve imperativo y urgente garantizar una transición energética que sea justa y para todos. Esta nueva transición energética tiene ingredientes específicos bien claros. El crecimiento de la importancia de la electricidad a partir de fuentes solares y eólicas es uno, pero no el único. Los combustibles seguirán teniendo un rol importante y eso demandará variables que sean más limpias. En el proceso, el gas tiene la capacidad de desempeñar un papel fundamental como combustible durante la transición, ya que puede sustituir al carbón y el petróleo para reducir de manera importante las emisiones de gases de efecto invernadero. En el largo plazo, sin embargo, la penetración de combustibles de bajas o nulas emisiones, como es el hidrógeno verde, se convierte en una necesidad imperiosa. Desde el punto de vista de la demanda, la eficiencia y el ahorro energético constituye además un pilar indispensable en la ruta hacia la descarbonización. A pesar de estos puntos comunes, cada país experimentará la transición energética en función de sus propias circunstancias. De allí la importancia de tener una mirada que sea propia de América Latina y el Caribe, y que tenga en cuenta las necesidades, desafíos y el rol que cada uno juega en el concierto regional y global. La transición energética deberá ser justa, favorecer un crecimiento económico vigoroso e inclusivo, y colaborar a cerrar las brechas de ingreso per cápita respecto al mundo desarrollado, así como a reducir la desigualdad y la pobreza. En paralelo, esta nueva transición energética supone oportunidades para la región. Por un lado, América Latina y el Caribe tiene un amplísimo potencial de generación de electricidad verde. Ya es conocida su gran capacidad hídrica, pero el potencial se verifica también para la generación eólica y solar. Por el otro, cuenta con amplias reservas de minerales esenciales para la transición energética como el litio y el cobre. Con este potencial, con recursos financieros suficientes y políticas públicas apropiadas, la región tiene la oportunidad no solo de avanzar hacia su desarrollo integral, sino también de contribuir a solucionar la necesidad de energía limpia que demanda la sostenibilidad del planeta. En CAF -banco de desarrollo de América Latina y el Caribe estamos comprometidos con el desarrollo sostenible de los países de la región. Ese compromiso se manifiesta tanto en el aporte de recursos financieros como en nuestra agenda de conocimiento, que promueve la discusión rigurosa sobre las políticas públicas necesarias para promover el desarrollo integral de la región. Este Reporte de Economía y Desarrollo es precisamente un instrumento esencial para promover ese diálogo, en tanto analiza las políticas, herramientas y medidas necesarias para que los países de América Latina y el Caribe avancen en una transición energética justa, de acuerdo con sus realidades y sin descuidar sus otros objetivos de desarrollo. Nuestra tarea como organismo multilateral es y seguirá siendo acompañarlos y apoyarlos en ese camino. Agradezco a todos los funcionarios de CAF que contribuyeron con de este reporte y, en particular, a la Dirección de Investigaciones Socioeconómicas y la Gerencia de Conocimiento. Va también mi reconocimiento a los colaboradores externos y a los grupos de expertos que, desde los gobiernos, la academia, los organismos multilaterales y la sociedad civil, enriquecieron con su conocimiento y sugerencias esta publicación.
Mensajes clave
1: La sostenibilidad medioambiental necesita una nueva transición energética de los combustibles fósiles a las fuentes renovables. El consumo de energía es el principal responsable de las emisiones de gases de efecto invernadero y, a los ritmos actuales de emisiones, quedan tan solo 9 años para limitar el crecimiento de la temperatura a 1,5 °C con relación a los niveles preindustriales.
2: La nueva transición energética tiene una motivación medioambiental, pero en ella también operan incentivos económicos.
Actualmente, la generación eólica y solar es económicamente competitiva y esta característica seguirá mejorando.
Otros motores del cambio podrán ser los costos del comercio internacional o la necesidad de adaptar el capital a los nuevos estándares de producción global.
3: La nueva transición energética va más allá de la sustitución de fuentes fósiles por energía solar y eólica.
Implica también un crecimiento de la importancia de la electricidad, un incremento transversal en la eficiencia energética, el desarrollo y penetración de combustibles de bajo o nulo contenido de carbono, así como de tecnologías de captura y almacenamiento de carbono.
4: La transición energética deberá sortear algunos obstáculos. Uno de ellos es que la oferta de ciertos minerales clave no responda a la velocidad con la que crezca la demanda. Otra fuente potencial de tensión es la existencia de importantes activos creados para el uso de combustibles fósiles que corren el riesgo de perder valor.
5: Los países de la región han mostrado su compromiso con el medio ambiente, declarando, en promedio, una reducción de las emisiones de GEI de alrededor del 11 % para el año 2030 en relación con sus valores de 2020. Esta disminución de las emisiones tiene implícito un esfuerzo de mitigación importante al considerar el crecimiento poblacional esperado y la necesidad de iniciar un proceso de convergencia de los niveles de ingreso por habitante con el de los países desarrollados.