vial@editorialrevistas.com.ar

Buscar

La minería en la Argentina. Capítulo6, parte 2

El presente artículo presenta a la parte 2 del Capítulo N°6 del trabajo realizado por el Centro Argentino de Ingenierios (CAI) y la Academia Nacional de Ingeniería. En cada edición se hará entrega de un nuevo capítulo hasta completar el informe.
Para conocer las últimas noticias, suscribirse a nuestras actualizaciones.

ÚLTIMA EDICIÓN

NEWSLETTER

EDITORIAL


*El presente artículo presenta a la parte 2 del Capítulo N°6 del trabajo realizado por el Centro Argentino de Ingenierios (CAI) y la Academia Nacional de Ingeniería. En cada edición se hará entrega de un nuevo capítulo hasta completar el informe.


CAPÍTULO 6 parte 2
Jurisdicciones y presupuestos mínimos
Jurisdicción sobre los recursos minerales y la actividad extractiva
Sin incursionar en los procesos históricos, es importante destacar que el dominio de los recursos minerales, como otros recursos naturales, fue establecido en la Constitución Nacional de 1994, donde el artículo 124° in fine establece: “Corresponde las provincias el dominio originario de los Recursos Naturales, existentes en su territorio”. Mientras el artículo 41°, tercer párrafo dice: “Corresponde a la Nación dictar las normas que contengan los presupuestos mínimos de protección, y a las provincias, las necesarias para complementarlas, sin que aquellas alteren las jurisdicciones locales”.
Entre 1990 y 1993, se firmó el Pacto Federal Ambiental, entre el Poder Ejecutivo Nacional y las provincias y, en ese período, se constituyó el Consejo Federal de Medio Ambiente, con el objeto de coordinar acciones de política ambiental.
En 1995 se sancionó la Ley N° 24585 que modificó el Código de Minería, al sustituir el artículo 282°. Ese cambio permitió incorporar “la Protección Ambiental para la Actividad Minera” que trata sobre los instrumentos de gestión ambiental de la actividad y establece la obligatoriedad de “Informes de Impacto Ambiental”, que serán aprobados por las autoridades ambientales designadas por las provincias, con la emisión de la “Declaración de Impacto Ambiental (DIA)”. Esta normativa tiene la característica de ser una ley de adhesión por parte de las provincias, las cuales en su gran mayoría la han adoptado.
Durante el año 2002, se sancionó la Ley de Presupuestos Mínimos N° 25675, denominada “Ley General del Ambiente”, que en su artículo 4° expresa, entre otros principios, el de congruencia en la aplicación de la política ambiental. Allí se establece que “la legislación provincial y municipal referida a lo ambiental deberá ser adecuada a los principios y normas fijadas en la presente ley; en caso de que así no fuere, éste prevalecerá sobre toda otra norma que se le oponga”.
El artículo 6° de esta normativa, interpretó el significado estricto de los presupuestos mínimos, al fijar que: “Se entiende por presupuesto mínimo, establecido en el artículo 41° de la Constitución Nacional, a toda norma que concede una tutela ambiental uniforme o común para todo el territorio nacional, y tiene por objeto imponer condiciones necesarias para asegurar la protección ambiental. En su contenido, deben prever las condiciones necesarias para garantizar la dinámica de los sistemas ecológicos, mantener su capacidad de carga y, en general, asegurar la preservación ambiental y el desarrollo sustentable”.
Como puede observarse la actividad minera está sujeta a la competencia eminentemente provincial, haciendo observancia de las leyes de presupuestos mínimos y de los acuerdos que puedan surgir del COFEMA.
Ley de Presupuestos Mínimos N° 26639, reglamentación y otras normativas
En 2010, se sancionó la Ley de Presupuestos Mínimos N° 26639 sobre la Preservación de Glaciares y Periglaciares, reglamentada por el Dto. N° 207/11. Esta normativa, si bien tiene por objeto la preservación y regulación de los recursos hídricos, como reservas estratégicas para el consumo humano, agricultura, etc., limita o restringe las distintas actividades que se puedan realizar en las áreas definidas por la misma, especialmente la actividad minera la cual expresamente prohíbe. Esta normativa estableció la creación del “Inventario Nacional de Glaciares”, y se designó al Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales (IANIGLA) a cargo de su conformación. Si bien la mencionada ley estableció de utilidad pública a los glaciares, no dio la misma jerarquía al ambiente periglaciar. No obstante, posteriormente el Código Civil y Comercial de la Nación, Ley N° 26994, en el Libro Primero. Parte General. Título III: “Bienes”, en la Sección 2da, “Bienes con relación a las Personas”, en su artículo 235, inciso c) estableció lo siguiente:
“Los ríos, estuarios, arroyos y demás aguas que corren por cauces naturales, los lagos y lagunas navegables, los glaciares y el ambiente periglaciar y toda otra agua que tenga o adquiera la aptitud de satisfacer usos de interés general, comprendiéndose las aguas subterráneas, sin perjuicio del ejercicio regular del derecho del propietario del fundo de extraer las aguas subterráneas en la medida de su interés y con sujeción a las disposiciones locales…”.
Otro aspecto a considerar en la Ley como elemento a destacar, en su artículo 6°, inciso c), sobre las actividades prohibidas en los glaciares y en los ambientes periglaciares, son expresamente “la exploración y la explotación minera e hidrocarburífera”, sin hacer referencia a la prospección que es la etapa inicial de un proyecto extractivo. La etapa de prospección, si alcanzara a demostrar que un determinado proyecto minero no afectará las reservas estratégicas de los recursos hídricos (de existir en cantidad y calidad como tales), debería dar paso a la etapa de exploración y explotación propiamente dicha. Esto sería la aplicación del criterio de razonabilidad que no es más que la base principal del desarrollo sostenible. Parece un exceso de la norma la prohibición lisa y llana de ciertas actividades en ambientes periglaciares sin conocer expresamente y en profundidad sus características y los aportes que en cada caso se producen, y la afectación que un proyecto determinado ejerce sobre los recursos que se pretenden preservar.
Inventario de glaciares y ambientes periglaciares

Estudios realizados y en vías de ejecución
Este inventario se preparó para ejecutarse en tres niveles:
El primero busca determinar la cantidad, ubicación y superficie de los distintos cuerpos. El primer nivel es un relevamiento del estado general que se actualiza cada 5 años. El segundo consiste en un análisis del cuál ha sido la dinámica y cómo han variado su tamaño y desplazamiento en un plazo reciente. Este nivel se apoya en un modelo matemático. El tercero responde a los parámetros físicos que rigen el comportamiento de los cuerpos de hielo. Se estudia y determina el volumen de agua que contienen, cómo es la topografía bajo ellos, cuál es su aporte a la escorrentía de los ríos, cómo reaccionan frente a las condiciones meteorológicas actuales o cómo lo harían frente a los escenarios climáticos futuros. Para ello se estudia en detalle, renovando y actualizando de manera continua la información de un total de ocho cuerpos glaciarios y periglaciarios.
Durante 2018, se presentó el primer nivel del Inventario donde se establece en cada una de las cinco zonas en que se subdividió la Cordillera de los Andes (4000 km., 12 provincias y 39 Cuencas hídricas), en cinco sectores de N a S, a saber:
• Andes Desérticos (Hasta Río Jachal – San Juan).
• Andes Centrales (Hasta Río Colorado – Neuquén).
• Andes del N de la Patagonia (Hasta Río Senguer – Santa Cruz).
• Andes del S de la Patagonia (Hasta Cuenca Río Gallegos y Chico – Santa Cruz).
• Andes del Tierra del Fuego e Islas del Atlántico Sur.
Los resultados de este primer nivel revelaron la siguiente información:
• Se relevaron 8500 km² cubiertos de hielo, de los cuales 5769 km² pertenecen a los
Andes y 2715 km² a las Islas del Atlántico Sur.
• El 73% son descubiertos, 12% de escombros, 5% cubiertos, 5% cubiertos con
glaciar de escombros y 5% de manchones de hielo.
• Se identificaron 16.968 cuerpos criogénicos, de los cuales el 95% pertenecen a los
Andes y el 5% a las Islas del Atlántico Sur.
En la actualidad, se continúa con las etapas segunda y tercera destinadas a definir volúmenes, movilidad, etc.
Otros estudios regionales y locales
Otras organizaciones públicas y privadas, las cuales se han ido mencionando oportunamente, han realizado aportes significativos a la comprensión de los procesos criológicos de los Andes. También numerosos investigadores individualmente -muchos de ellos vinculados al CONICET, o a instituciones provinciales vinculadas a universidades nacionales radicadas en distintas provincias, han realizado estudios de las características de las geoformas criogénicas y de los procesos que ocurren en las mismas, tanto en pequeñas regiones, como localmente.
En particular, es de destacar el esfuerzo académico y de investigación llevado a cabo por el IANIGLA que gracias a sus capacidades y conocimientos específicos pudo llevar adelante este inventario. Una de las limitantes que tiene el estudio in situ de los ambientes criogénicos es su dificultosa accesibilidad y la rigurosidad climática que solo permite realizar campañas en la época estival. En algunas zonas de la cordillera de los Andes vinculadas con áreas de prospección y exploración minera se han realizado en los últimos años algunos estudios sobre estos ambientes, inclusive con la instalación de estaciones meteorológicas que han permitido obtener datos primarios del clima los cuales se consideran esenciales para su estudio monitoreo, siendo muy pocas las estaciones de este tipo dada la dificultad de acceso que presentan los ambientes criogénicos en la alta cordillera.
Vinculación e incidencia sobre los recursos hídricos
El aporte hídrico proveniente de los diferentes componentes del ambiente criogénico a los recursos hídricos de la cuenca en la que se desarrollan se considera esencial y a veces crítico, así como muy complejo de cuantificar tanto en cantidad como en calidad de sus aguas.
Esta complejidad parte del hecho que los balances hídricos en todo tipo de ambientes requieren de numerosas series de datos climáticos (precipitaciones, heliofanía, temperaturas, humedad, etc.), modelos conceptuales del sustrato que permitan establecer las características acuíferas del mismo, junto con sus tasas de infiltración, su comportamiento hidráulico y datos sobre la calidad química de las aguas (hidroquímica).
Procesos de deshielos anuales
Sin duda, los derretimientos de nieve ocurridos anualmente son los que alimentan desde lo más alto de los Andes las cuencas hídricas que se desarrollan hacía el Este, especialmente en el verano, aunque ocurren durante todo el año.
También se producen deshielos estacionales donde la variación de la isoterma de 0°C asciende en altitud suficiente para que se produzcan derretimientos en aquellos sectores expuestos a temperaturas más bajas, ayudadas por la mayor radiación y exposición a vientos del sector norte.
Las aguas de derretimiento de nieve estacional o hielo pasan por distintas vías de escurrimiento (superficial, subsuperficial, subterráneamente a través de clastos o fracturas) a formar parte de los aportes a las cuencas hídricas en los sectores de sus cabeceras.
La capa “activa” superior del permafrost, que tiene espesores muy variables según la topografía, el posicionamiento respecto a la radiación y los vientos predominantes suele producir anualmente procesos de descongelamiento, aportando volúmenes variables de agua que fluyen por diferentes vías hacia los cuerpos receptores tanto superficiales como subterráneos.
A la compleja trama de variables en juego en el ambiente criogénico, se suma lo que agrega el vulcanismo, los constantes movimientos sísmicos, el geotermalismo y la influencia del grado geotérmico, que en profundidad tiene su protagonismo, dependiendo de las características litológicas de las rocas expuestas como base de la criósfera.
En el ambiente criogénico esta complejidad se ve incrementada por el rol de la temperatura y los cambios de calor que ocurren en los suelos congelados al producirse los ciclos de congelamiento y descongelamiento estacionales que deben establecerse y medirse para poder ser comprendido su comportamiento e influencia en el aporte hídrico que generan.

Aporte de otras fuentes hídricas
Al mismo tiempo, debería establecerse el aporte, o no, de otras fuentes hídricas que se sumen a las de origen criogénico como pueden ser los acuíferos existentes en la zona.
El conocimiento de todos estos procesos es incipiente en los ambientes periglaciares y sus geoformas más relevantes, los glaciares de escombros.

Cuencas hídricas alimentadas por glaciares
Los principales aportes hídricos se deben a la ablación directa del glaciar y los aportes de agua subterránea que pueden encontrarse por debajo del permafrost.
Cuencas hídricas alimentadas por precipitación nívea
En los balances hídricos las precipitaciones son la única fuente de alimentación de agua al sistema. En los ambientes criogénicos estas se manifiestan en forma de nieve alimentando por igual a las zonas de acumulación de glaciares, manchones de nieve y cubriendo las zonas y componentes del ambiente periglaciar.
En época estival, con el aumento de las temperaturas sobre los 0°C, la misma se derrite y sus aguas alimentan la red de drenaje de la cuenca y por infiltración a los acuíferos, comportándose como una red fluvial de áreas templadas. El siguiente esquema indica esta situación. Por sus condiciones climáticas, en los Andes Desérticos y Centrales que se extienden en la Cordillera de los Andes desde el extremo norte del país hasta el norte de la provincia del Neuquén (35°S), la nieve caída en invierno es la principal fuente de aportes hídricos de las cuencas cuando la misma se derrite en la temporada estival.
Eventos climáticos como la Corriente del Niño explican la ocurrencia de años con mayores precipitaciones y, en consecuencia, un incremento en los caudales de las cuencas hídricas, así como el fenómeno opuesto denominado la Niña corresponde a un ciclo de bajas precipitaciones con su consecuente disminución de caudales en dichas cuencas.
Debido a que las áreas pobladas y de producción de estas regiones dependen de los recursos hídricos de este origen para su abastecimiento, es que los períodos de escasas precipitaciones en la alta montaña generan una escasez de recursos o stress hídrico.
Como las precipitaciones aumentan con la latitud de norte a sur, las regiones criogénicas de los Andes del norte de la Patagonia hasta Tierra del Fuego no poseen este rasgo tan marcado.
Cuencas hídricas alimentadas por la capa activa del permafrost
En los ambientes periglaciares el potencial recurso hídrico disponible es el hielo, ya sea contenido en el suelo (si está presente) o en las diferentes geoformas que lo caracterizan y que se engloban en el concepto de permafrost.
Los procesos que intervienen en estos ambientes vinculados con su aporte hídrico provienen del desarrollo de la capa activa del permafrost. La capa activa es la sección superior del permafrost que sufre estacionalmente una acción de congelamiento y descongelamiento. En períodos estivales el descongelamiento de la capa activa permite el cambio de estado sólido a líquido del hielo que contiene y, por acción del gradiente hidráulico, se moviliza hasta las redes de drenaje existentes.
Los factores condicionantes que intervienen en este caso son múltiples y variados tales como la cantidad de hielo presente, los tipos de sedimentos involucrados, la continuidad o discontinuidad areal del suelo congelado en profundidad o techo del permafrost que puede actuar de barrera impermeable, así como la presencia de hielo masivo, el clima, la temperatura y los flujos de calor en el sustrato, entre otros.
Existe un consenso científico en que los mayores contenidos de hielo se encuentran presentes en los glaciares de escombros que, junto con los demás glaciares existentes en una cuenca, actúan como reservas hídricas estratégicas las cuales en parte se liberan en las épocas secas, actuando como un regulador del recurso hídrico a partir del descongelamiento del hielo que contiene.
La particularidad del contenido de hielo de estas geoformas es que se encuentra enterrado y no directamente expuesto en la superficie. Esto a su vez trae aparejada la complejidad de establecer el volumen de hielo contenido en la misma y, en consecuencia, su potencial aporte hídrico.
Según la información relevada en el inventario nacional de glaciares, las regiones de los Andes Desérticos y Centrales poseen el 68,8% de los glaciares relevados y ocupan el 35,3% del área total de glaciares relevada. A su vez, representan el 24,2% del área total de glaciares, cuerpos de nieve y glaciares cubiertos y el 95,1% de los glaciares de escombros.
Estos datos revelan la importancia dada a los glaciares de escombros como reserva estratégica de agua en estado sólido en estas regiones donde la principal fuente de agua de las cuencas hídricas son las precipitaciones de nieve en la cordillera de los Andes. De ahí, la necesidad de profundizar las investigaciones en estos sistemas complejos.
Como fue mencionado, los estudios orientados a cuantificar el contenido de hielo y los aportes hídricos en cantidad y calidad de estas geoformas es incipiente y dada la heterogeneidad que presentan, demandan exhaustivos estudios en el terreno que permitan generar un modelo de su funcionamiento como aportantes de recursos hídricos. En forma ideal se requieren series de datos históricos sobre sus movimientos, clima, variaciones de profundidad de la capa activa, variaciones de temperatura de la capa activa, pozos de monitoreo de agua subterránea, establecer los contenidos de hielo, etc.
Cambio Climático
El cambio climático es indudablemente el factor de estrés más relevante que soportan los glaciares y los cuerpos periglaciares, produciendo la retracción de los primeros a posiciones de mayor altitud y la desaparición o minimización de los segundos, en la totalidad del planeta.
La sensibilidad del ambiente criogénico al calentamiento global le confiere una categoría de indicador clave frente a este proceso. Esta sensibilidad se debe a que los aumentos de temperatura del ambiente en que se desarrollan modifican la posición de la isoterma de 0°C incrementado la altitud o latitud de su posición, que impacta directamente en los procesos criogénicos en general y, en particular, en los sectores de este ambiente que quedan debajo de dicha isoterma en los cuales la condición criogénica tiende a fraccionarse, degradarse y finalmente perderse, pasando el ambiente a un nuevo estadío no criogénico.
El retroceso de los glaciares es un proceso geológico que se ha repetido en varias oportunidades en la historia geológica. Algunos científicos ubican el inicio del período “interglaciar” más reciente en el siglo XVIII y consideran que se ha profundizado a partir de la revolución industrial, por una variable antrópica que acelera el proceso, como es la Generación de Gases de Efecto Invernadero (GEI). Lo cierto es que, en las últimas tres décadas, se ha profundizado el retroceso de los glaciares, por pérdida de masa de hielo en los Andes Meridionales.
Esta pérdida de masa acelerada de los glaciares produce “picos máximos” de aportes que, según algunos autores, ya se han manifestado en ciertos sectores de los Andes y otros se encuentran en ese proceso. Esto implica un futuro poco promisorio para las próximas décadas, con una disminución significativa de aportes en la cabecera de las cuencas hídricas, que pondría en riesgo la disponibilidad del recurso para los diferentes usos antrópicos.
Estudios realizados sobre glaciares de escombros, característicos de los ambientes periglaciares en los Andes Centrales aportan información sobre los cambios producidos en estas geoformas criogénicas producto del calentamiento global. Los mismos se reflejan en un aumento del espesor de la capa activa por incremento de las temperaturas del suelo, pérdida de hielo por derretimiento y cambios en la dinámica de sus movimientos.
El cambio climático es un problema y un desafío que afecta a toda la humanidad y como tal ha sido reconocido por la gran mayoría de los países miembros de las Naciones Unidas que a través de la Convención Marco de la Naciones Unidas sobre el Cambio Climático estableció en el año 2015 el Acuerdo de París. Dicho acuerdo tiene como objeto reforzar la respuesta mundial a la amenaza del cambio climático en el contexto del desarrollo sostenible, entre otros aspectos.
Específicamente persigue mantener muy por debajo de los 2°C el aumento de la temperatura media mundial con respecto a los niveles preindustriales e inclusive realizar esfuerzos para limitar este aumento a 1,5°C.
Al mismo tiempo, busca aumentar la capacidad de adaptación a los efectos adversos del cambio climático y promover la resiliencia al clima y un desarrollo con bajas emisiones de gases de efecto invernadero, de modo que no comprometa la producción de alimentos, entre otras consecuencias.
Este concepto de adaptación se considera muy apropiado para la gestión y manejo de los recursos hídricos provenientes de ambientes criogénicos, en particular en aquellas regiones áridas cuyos regímenes alimentan los oasis en donde se desarrollan los principales centros urbanos y actividades productivas.
Minería en ambientes criológicos
La Argentina y Chile tienen el privilegio no sólo de compartir la Cordillera de los Andes por, aproximadamente, 4.000 km de Norte a Sur, sino sus riquezas minerales y paisajísticas, como también las reservas sólidas de agua más importantes de América. La criósfera que comparten provee el agua que alimenta desde sus cabeceras las cuencas hídricas tanto superficiales en sus distintas manifestaciones, como subterráneas. Estos aportes que históricamente han permitido año a año el uso de esa agua para riego, para uso industrial, para la generación de energía y especialmente para consumo humano, se consideran desde siempre y a partir de la Ley N° 26639 reservas estratégicas. Si bien esta calificación es cierta, no lo es solamente porque la ley así lo establece, sino porque toda fuente de agua dulce, más allá de su disponibilidad, presenta riesgos de agotamiento, stress, contaminación, afectando los distintos usos, por lo cual se considera como un recurso estratégico.
La relación de un desarrollo minero con su entorno se inicia en forma ineludible con la ubicación en el terreno del yacimiento del mineral/es que por diversos procesos geológicos se han acumulado en una concentración tal que hacen que su extracción resulte viable. En consecuencia, la ubicación del mineral a extraer es única y discreta por cuanto es cuantificable su extensión areal y en profundidad. Las tareas de prospección y exploración minera son las encargadas de estos estudios.
Una vez ubicado y cubicado el yacimiento se desarrollan estudios de prefactibilidad y factibilidad en los cuales se determina la forma de explotación, las tecnologías a utilizar para el tratamiento del mineral, la ubicación en el terreno de sus diversos componentes, insumos, fuentes y consumos de agua, generación, manejo y tratamiento de efluentes; manejo de aguas de precipitaciones; generación, tipo, cantidad, manejo y tratamiento de residuos, tipo de energía a utilizar, caminos de acceso, etc.
Estas etapas funcionan en forma escalonada en el sentido que, si el estudio de prefactibilidad resulta positivo, se pasa al de factibilidad que contiene mayores precisiones y cuantificaciones. Una vez que un proyecto se considera factible puede pasar a una etapa de proyecto ejecutivo para su construcción y operación, a la vez que se delinean los ejes rectores de su cierre y post cierre, para cuando se culminen las tareas productivas. El tiempo involucrado en este proceso hasta llegar a la etapa de factibilidad dura varios años. Todo proyecto productivo de relevancia (minero o no) se encuentra sometido a la elaboración de estudios de impacto ambiental, los cuales son evaluados por las autoridades de aplicación y sometidos a consulta ciudadana. Los proyectos mineros en sus distintas etapas (prospección, exploración y explotación) se encuentran regulados por la Ley N° 24.585.
Estas aclaraciones se realizan para precisar la dinámica de este tipo de proyectos y la manera en que los mismos se diseñan y adaptan a las condiciones ambientales del entorno.
Esta adaptación del diseño de los proyectos a las condiciones ambientales se logra a través de la información que se obtiene de los estudios de línea de base ambiental, que abarcan el amplio espectro de disciplinas profesionales que permiten caracterizar las tres grandes ramas que conforman el ambiente: los aspectos físicos, los aspectos biológicos y los aspectos socioeconómicos. Los mismos abarcan el área de influencia directa e indirecta del proyecto. Se entiende como área de influencia indirecta a todo aspecto del ambiente que pueda verse afectado por alguna acción del proyecto más allá del lugar de su ejecución.
Esta información ambiental que se va generando y desarrollando en forma paralela al avance de los estudios de prefactibilidad y factibilidad, permite ir incorporando la variable ambiental en los diferentes componentes del proyecto con el objetivo de evitar, prevenir y disminuir una potencial afectación.
En el caso particular del ambiente criogénico, éste se encuentra contemplado en el estudio de los aspectos físicos del ambiente.
Desde la publicación del Inventario Nacional de Glaciares pueden cotejarse estos estudios específicos del ambiente criogénico de un proyecto con los glaciares y crioformas glaciares del inventario y, en consecuencia, realizar los ajustes pertinentes.
En cuanto a los efectos que un proyecto desarrollado en un ambiente criogénico pueda tener sobre los glaciares y las geoformas periglaciares inventariadas, se parte de la base que estos son elementos del ambiente que no pueden ser intervenidos ni en forma directa ni indirecta y así lo deben contemplar los proyectos en sus diseños. En particular en aquellos aspectos que involucran el manejo tanto de las aguas interceptadas durante las actividades de obtención del mineral, como aquellas utilizadas en los procesos industriales de separación, tratamiento, transporte, etc., y los correspondientes efluentes líquidos resultantes.
Los efectos indirectos que la presencia de un proyecto puede tener sobre los glaciares y las geoformas periglaciares inventariadas son de difícil cuantificación, si existieran. Esto es debido a que ambos están sujetos a una dinámica estacional propia del ambiente criogénico sumado a una tendencia natural a la degradación producto de los efectos del cambio climático global.
Los continuos monitoreos de los factores ambientales que se encuentran en las áreas directa e indirecta de los proyectos se utilizan como indicadores de calidad y control del ambiente. De la misma manera, en ambientes criogénicos estos monitoreos deben incluir los glaciares y las geoformas periglaciares. Las series de datos que a lo largo del tiempo se obtengan pueden llegar a ser comparadas con ambientes semejantes sin proyectos y concluir si existe algún cambio que no siga un patrón general y regional. Como ya se mencionó, la línea de base ambiental que se realiza en forma previa al inicio de la construcción de los proyectos genera una base de datos primarios que puede permitir el inicio de estas comparaciones.
Aportes de la ingeniería y profesiones afines
La ingeniería y sus disciplinas profesionales afines, como la geología en distintas especialidades; la meteorología; la climatología; la glaciología, la geofísica y muchas otras, tienen mucho para aportar en lo referente a las siguientes temáticas:
• Diagnóstico y estado de situación de los distintos componentes de la criósfera.
• Evolución de los cuerpos criogénicos y su vinculación con las cuencas hidrográficas asociadas.
• Impactos ambientales de las actividades mineras y mitigación de sus consecuencias. Evaluación de riesgos asociados.
• Cambio climático y su afectación a las distintas geoformas criogénicas.
• Reemplazo de insumos utilizados en los procesos, por otros menos impactantes al medio ambiente y a la exposición de los trabajadores.
• Mejoramiento tecnológico de los procesos mineros.
• Reducción de sus residuos y efluentes emergentes.
• Eficiencia energética de la actividad y descarbonización de la energía utilizada que limite la emisión de gases de efecto invernadero.
• Metodologías de diseño, construcción, operación y mantenimiento en zonas criogénicas y que permitan su preservación.
• Disminución de los caudales extraídos y alumbrados producto de procesos u obras de infraestructura.
• Aplicación de nuevas tecnologías integradas de captación y análisis de datos online que permitan la automatización de procesos productivos y de monitoreo de variables ambientales.
Conclusiones y recomendaciones
Los cuerpos glaciarios y el resto de las crioformas que componen la criósfera son ambientes
sensibles, comportándose según un sin número de variables que la afectan, entre el día y
la noche, entre el invierno y el verano, incluyendo los cambios climáticos regionales y globales.
La litósfera que suprayacen, o con la cual se entrelazan en los sectores más superficiales de la corteza terrestre, presenta características muy heterogéneas, por su mineralogía, su consistencia, diaclasamiento, fracturación, vulcanismo, morfología y posición topográfica.
Los aspectos atmosféricos (clima y meteorología) condicionan fuertemente el comportamiento de la criósfera, en un vínculo estrecho, dinámico y permanente. La temperatura y su variabilidad, la precipitación pluvial o nival con su frecuencia e intensidad, la radiación, los vientos, la humedad, etc., son condicionantes para el comportamiento de las masas de nieve y hielo. Ambos componentes, uno subyacente y otro suprayacente, establecen la composición y la dinámica de estos cuerpos de hielo y nieve.
Interpretar todos estos procesos que suceden, exige contar con información suficiente sobre las distintas variables en juego, sobre todo las meteorológicas, en virtud de la dinámica que las mismas tienen. En general, salvo contadas excepciones, esa información no está disponible en la actualidad, lo cual dificulta la interpretación de los procesos que ocurren en esos cuerpos de hielo.
La heterogeneidad del ambiente donde ocurren todos estos procesos que conforman la criósfera en su conjunto, y que paralelamente son reales y potenciales aportantes de caudales de agua para abastecer las distintas cuencas hidrográficas, dejan muchas incertidumbres sobre su comportamiento, y la disponibilidad real y esperable del recurso aportado.
En particular esta última consideración es válida para los cuerpos criogénicos del ambiente periglaciar (en particular los glaciares de roca) ya que, a diferencia de los glaciares de hielo donde su masa puede ser definida con un grado apreciable de exactitud lo mismo que su evolución, en los primeros la masa de hielo es variable, complejo de estimarla y en consecuencia de evaluar su real significancia hidrológica.
En consecuencia, la importancia y consideración del ambiente criogénico debe ser tratada como la de cualquier otro tipo de ambiente existente en la biósfera que requiere continuos y sistemáticos estudios para comprender su funcionamiento y la magnitud de sus servicios ambientales. En el caso particular del ambiente criogénico, su almacenamiento y aporte real de agua a las cuencas hidrográficas en que se encuentran ubicados.
Un elemento muy importante a considerar es la influencia del cambio climático (CC) sobre estos cuerpos de hielo y nieve. Todos los glaciares de la Argentina, salvo rarísimas excepciones, se encuentran en un proceso de retracción significativo desde hace por los menos 40 años, pareciendo acelerarse la pérdida de masa de estos cuerpos criogénicos.
Según la información de especialistas en cambio climático es poco probable que los compromisos asumidos por los países en la reducción de los Gases de Efecto Invernadero (GEI), alcancen los objetivos fijados para 2030 y 2050. Esto presupone que ese proceso de retroceso y pérdida de masa de los glaciares y otras crioformas se profundizará. Así, algunos desaparecerán y otros quedarán relegados a su mínima expresión en las altas cumbres.
Las consecuencias futuras de esta situación implican una disminución en el tiempo de las reservas estratégicas de agua sólida contenida en el ambiente criogénico independientemente que se realicen o no actividades en su entorno. incrementándose al mismo tiempo la dependencia de las precipitaciones en las cuencas hídricas para su abastecimiento.
Las consecuencias futuras de esta situación implican una disminución en el tiempo de las reservas de agua sólida contenida en el ambiente criogénico independientemente que se realicen o no actividades en su entorno, incrementándose al mismo tiempo la dependencia de las precipitaciones en las cuencas hídricas para su abastecimiento, las cuales de por sí son las mayores aportantes de recursos hídricos a las mismas.
Esta dependencia se incrementa en la región de los Andes Desérticos y Centrales y en particular en esta última ya que posee la mayor concentración de glaciares de escombros considerados reservas de agua en estado sólido. Esto significa que, frente a una escasez de precipitaciones en las cuencas, el derretimiento del hielo contenido en la capa activa u otros presentes en los cuerpos criogénicos periglaciares aportarán un flujo de agua a las cuencas aún no determinado fehacientemente. Los datos existentes a la fecha demuestran que estos flujos de agua no compensan a aquellos provenientes de las precipitaciones.
En las restantes regiones criogénicas del país el cambio climático las podrá degradar, pero por ser zonas de mayores precipitaciones se estima un menor stress hídrico futuro.
El avance en la actualización del nivel 1 y el desarrollo de los niveles 2 y 3 del inventario nacional de glaciares permitirán profundizar el conocimiento del ambiente criogénico y sus resultados ser parte de una gestión activa del mismo.
Dada la extensión territorial del ambiente criogénico este inventario puede encontrar una sinergia y retroalimentación con estudios específicos y monitoreos de este ambiente que puedan llevar a cabo emprendimientos mineros en cercanías de los glaciares y cuerpos periglaciares inventariados.
En paralelo, deberían plantearse medidas de adaptación al cambio climático en aquellas regiones habitadas y con diversas actividades productivas dependientes de las cuencas hídricas cordilleranas dentro de las cuales los niveles 2 y 3 del inventario nacional de glaciares pueden considerarse un sistema de alerta temprana.
Las medidas de adaptación implican conceptos de uso eficiente de los recursos disponibles, así como la prevención de su afectación, en este caso en particular el agua.
Estas medidas deben estar orientadas tanto para períodos de escasez como para eventos climáticos que incrementen su flujo de manera anormal.
Esto conlleva toda una optimización en infraestructura y cambios tecnológicos en su uso, los cuales requieren de inversiones públicas y privadas.
En este contexto los proyectos mineros que potencialmente puedan desarrollarse en zona cercanas a glaciares y geoformas periglaciares inventariadas considerados reservas de recursos hídricos, en estado sólido, deben contemplar desde sus planteos originales y para sus distintas etapas de desarrollo y cierre, todas las condiciones de diseño, gestión y monitoreo que permitan mantener el equilibrio del ambiente en que se desarrollan; su control por parte de las autoridades de aplicación y mantener políticas activas de información y transparencia de sus actividades a la sociedad.
De lo expresado precedentemente se puede concluir que, ante una iniciativa de explotación de un recurso minero en estas zonas, es requisito primordial disponer desde el momento de analizar su prefactibilidad, del dictamen del organismo especializado encargado de la elaboración del Inventario, (IANIGLIA), en el que se delimite el área periglaciar correspondiente a la zona que se propone intervenir y, a partir de ello, avanzar o modificar el diseño y planificación del proyecto, previo a avanzar hacia las siguientes fases del mismo.