*Por el Lic. Franco Mignacco, presidente de la Cámara Argentina de Empresarios Mineros (CAEM).
Desde la Cámara Argentina de Empresarios Mineros (CAEM) vemos este 2022 como un año de oportunidad para que el sector minero continúe consolidándose.
Afortunadamente, y gracias a los esfuerzos en prevención, estamos ya dejando atrás la pandemia. En el 2021, el sector logró una recuperación, que le permitió lograr casi U$D 3.300 millones en exportaciones, recuperando un nivel similar al de 2019. Y fuimos uno de los tres únicos sectores que generaron entrada de divisas al país (solo por detrás del agro), gracias a que poseemos una balanza comercial netamente exportadora. Y somos el sexto complejo exportador nacional.
Y no quisiera dejar de mencionar el aporte de la minería no metalífera, que abarca otro tipo de contribución, relacionada con la generación de desarrollo, dado que es la materia indispensable para la concreción de aquellas obras de infraestructura (viviendas, hospitales, escuelas, rutas, caminos, puentes, etc.) que posibilitan una mejor calidad de vida para toda la población.
La 3ª categoría viene de 2020 y un 2021 difícil, signados por la pandemia y la coyuntura económica. En el 2020, su operación fue prácticamente nula, en niveles muy bajos. Recién en 2021 comenzó un leve repunte, rondando en promedio el 30 % de su capacidad instalada y en la actualidad se encuentra operando aproximadamente a un 60%.
Pero realmente destacable para la industria minera argentina es todo lo que tenemos para avanzar, si somos capaces de aprovechar las oportunidades que se abren a partir del incremento de la demanda de aquellos minerales necesarios para que el mundo siga avanzando hacia fuentes más limpias de energía y acercándose a las metas de disminuir las emisiones de carbono a partir de la electromovilidad. Esto es muy favorable para la Argentina, ya que dos de sus principales protagonistas serán el litio y el cobre.
En cuanto al cobre en Cuyo, este año hemos tenido una muy buena noticia, que es la aprobación del Informe de Impacto Ambiental de Josemaría, en San Juan. Este era un hito muy esperado y nos pone un paso más cerca a que la Argentina vuelva a contar con producción de cobre. Será muy movilizador para la zona, generando miles de puestos de trabajo, con una inversión de más de U$D 3.000 millones. Y abre el camino para los próximos proyectos, tales como Agua Rica, Taca Taca, El Pachón y Los Azules.
Y a esto se suma el litio, que ha tenido un gran dinamismo en 2021 y en este comienzo de 2022, con avances, por ejemplo, con las ampliaciones de Olaroz y Mina Fenix. Se suma la próxima entrada en producción de Caucharí Olaroz que se espera para este año, más los avances en los proyectos Sal de Oro, Sal de Vida, Centenario Ratones, Mariana y 3Q, y múltiples anuncios de inversión. Nuestro país es el 2º en el mundo en cuanto a reservas de litio, el 4º productor mundial y tenemos posibilidades de ser el 3º en el mediano plazo, gracias al avance de los proyectos.
Los cambios tecnológicos también impulsarán el desarrollo en otros minerales que poseemos en el país, tales como el oro y la plata. En oro contamos con dos de las 25 mayores minas de oro del mundo: Veladero en San Juan y Cerro Negro en Santa Cruz. Aquí también podemos destacar que, gracias a la reciente entrada en producción de Lindero, durante el 2021 el oro fue el segundo complejo exportador de la provincia de Salta, lo que demuestra el enorme aporte que incluso una sola mina puede lograr. En cuanto a la plata, las mayores expectativas están puestas en cinco proyectos que se encuentran en etapa de exploración avanzada o factibilidad.
Por otra parte, yendo a la minería no metalífera, uno de los segmentos que muestra mejores perspectivas es el de las arenas silíceas, donde puede esperarse que las inversiones en Vaca Muerta traccionen la demanda. De hecho, a fines de 2021 puede destacarse la inauguración de la planta de procesamiento de Arenas de NRG Argentina, emprendimiento que llevó una inversión total de unos U$D200 millones, con una generación de alrededor de 700 empleos directos entre la etapa de obra y la de producción.
En Argentina contamos actualmente con 13 yacimientos mineros metalíferos en producción. Además, con más de 30 proyectos con recursos identificados y más de 250 prospectos.
La puesta en marcha de los proyectos mineros más avanzados impulsará el desarrollo socioeconómico federal. Y a nivel nacional, permitiría más que triplicar las exportaciones anuales actuales, llegando a un estimado de cerca de U$S10.000 millones.
Y esta es una estimación bastante conservadora y realista. Pensemos, para poder mensurar el verdadero potencial del sector, que Chile, con quien compartimos la misma cordillera exporta actualmente 20 veces más minerales que la Argentina (U$S 62.000 millones) y cuenta con más de 50 proyectos en producción.
Tener una industria minera plena y consolidada garantiza empleo y oportunidades para las personas de las regiones más alejadas de los centros productivos tradicionales e impulsa el desarrollo de su cadena de valor, mayormente compuesta por pymes de origen nacional.
Solo tomando en cuenta los proyectos más avanzados, Argentina podría duplicar sus proyectos en producción. Tenemos los recursos y estamos en un contexto favorable. Pero lo que sigue siendo imprescindible para el sector es que el país pueda garantizar un contexto de reglas claras. Esto significa principalmente respeto por la Ley de Inversiones Mineras y garantía de la estabilidad fiscal que esta plantea. También es fundamental cuidar la competitividad del país para no perder posicionamiento frente a otros países de la región con los que competimos por las inversiones. Y adicionalmente, también son importantes los temas relacionados con el libre acceso al mercado cambiario. Estos aspectos son esenciales para el sector, dado que requiere de grandes volúmenes de inversión con largo plazo de recupero.
Lograr que nuestro país atraiga inversiones mineras no solo es necesario desde el punto de vista del ingreso de divisas. Lo es fundamentalmente por el rol de la industria minera para potenciar las economías regionales generando desarrollo sustentable. Por su capacidad de crear empleo, lo que se evidencia en los 83.000 puestos de trabajo que genera actualmente. Por su impulso a la cadena de proveedores, mayormente pymes nacionales y por su capacidad de brindar alternativas reales de progreso a todas las personas, mejorando así la vida de las comunidades.